viernes, 16 de septiembre de 2022

Dora Zulema Lorusso

Cansancio 

El cansancio lo agobiaba. Deseaba llegar pronto a su casa. El traqueteo del tren alimentaba su somnolencia. Descendió en la estación, le restaban varias cuadras. Caminaba apresuradamente. Mientras su cuerpo se sumergía en la oscuridad de la noche, se preguntaba: ¿qué es eso que flota en el aire?, ¿a qué se debe ese humo?… Tuvo la molesta sensación que la viscosidad de la atmósfera lo rodeaba ajustándose a él como un envase flexible. Extendió su brazo izquierdo -el derecho sostenía la pesada mochila con libros para preparar su próximo examen- su mano se humedeció con la densa bruma que semejaba un espeso velo. De pronto, la mano busca introducirse en el bolsillo del saco -a modo de protección- al escuchar algo que lo sobresalta. 
Presta atención, deteniéndose. Identifica el sonido. ¿De dónde proviene ese ruido de cadenas? ¡Ay!… ¿Quién le toca el hombro? Tratando de razonar, se dice: Nadie, tonto. Sigue entonces, avanzando. La bruma es cada vez más espesa. A esta altura había perdido la cuenta de cuántas cuadras le faltaban para llegar a su casa. 
Pero, algo sucede varios metros al frente. Se detiene nuevamente. Cree ver blanquecinos destellos. ¿Qué son esas luces extrañas?… Duda. Mira hacia atrás. La noche cerrada como un hoyo negro lo estremece… Las luces se van desvaneciendo como leve crepitar de fuego recién encendido. ¿Quién miente? Sus percepciones o la fantasmagórica certidumbre de estar viviendo circunstancias que no comprende. 
Una sensación de indefensión lo invade. El miedo lo abruma. Siente en su hombro una mano que lo sacude. Entonces, una voz le dice: 
Vamos muchacho… Llegamos a la Terminal. ¡Qué sueño pesado tenés!… 


Dora Zulema Lorusso 
Lanús, Buenos Aires, Argentina

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