viernes, 16 de septiembre de 2022

Annabella Rinaldi

Todavía no aprehendió 

Duele. Duele un montón. Pero va a 
pasar, y cuando sane, más fuerte vas 
a brillar, más alto vas a volar, más 
libre vas a soñar. Y vas a entender, 
que algunas historias terminan, para 
que otras mejores puedan empezar. 
El Principito 


Todavía no aprehendió lo que significa el desapego. 
Todavía no aprehendió lo que significa el dolor y el sufrimiento. 
Sigue poniendo en práctica que el amor tiene que ver con lo externo. A sabiendas que el Amor está dentro de uno, con la presencia del Todo, de lo Uno, de Dios. Llámese Cristo, Tao, Brahma, Yahvé, Allah, Budha y todos los Dioses Egipcios*. 
Sigue en permanente Maya. La ilusión según los hinduistas. 
Sale a la terraza de su casa, en un día que amenaza lluvia, bendita lluvia, para limpiar. Para limpiar lo no logrado, lo imaginado, la ilusión, Maya. El cielo está totalmente cubierto de nubes grises. Se pregunta ¿el cielo es gris? 
El cielo en esos momentos está velado, como nuestra conciencia, con capas; elevando el estado se logrará ver el cielo celeste. Porque los humanos así lo denominaron, su esencia no cambiará nunca. El Ser es imperecedero. 
Se restriega el rostro con los ojos semi abiertos. Sintiendo la humedad del viento del oeste trayendo las benditas nubes más grises aún, que por fin y por gracia de Dios traerá la bendita lluvia. 
Agradece el ser observador de sí mismo. ¿Qué está pasando? No lo sabe. Sólo sabe que no sabe nada. 
Observa al trabajador de la casa ubicada en diagonal, que nuevamente como cada año repara la pared soplada, por su eterna exposición al oeste, de donde vienen los vientos, el frío, el sol, el calor del verano, que está pasando. Como todo. 
Esa pared, viva, todavía no aprehendió a fluir con los cambios, pero sólo es una pared que no aprehendió. 
Observa la salida de los estudiantes del colegio de enfrente. Pareciera que son Todo en Uno, con sus uniformes, deberían ser Todo en Uno, pero son seres individuales que viven en comunidad. Cada uno en su mente, esa loca de la casa que domina y hace decaer aun en los momentos en que se piensa que se está mejor plantado. 
Si el limpio líquido no cae del cielo, cae de los ojos sobre sus mejillas. De todos modos está limpiando. Se entrega. Se aliviana. 
Siente el silencio interno, ante tanto bullicio, pero a diferencia de todo, ahora está aprehendiendo. 
Respira… sólo respira…
Entra a la casa. A su templo… 


*Nota de la escritora: Pueden recibir otros nombres. 
Cuento del libro de la autora: Donde viven las palabras
Annabella Rinaldi 
Neuquén Capital, Patagonia, Argentina

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