en la puerta de Flores de Kiskeya,
mientras llenaba su pipa,
yo un cigarrillo, después de comer,
no lo vendían en Pedernales.
Uno similar de brillo dorado
fue lo que encontramos.
Se lo llevó a su casa.
No quería perderlo no le fuera arrebatado.
Miraría la hora
de marchar a uno u otro trabajo.
Hubiera preferido uno sumergible de mejor marca
como el antiguo que se le oxidó
con tanta humedad caribeña,
para saber la hora de otros días de tristeza
por el incierto futuro que acecha.
* * *
En la camilla con una sábana
que no se cambió en días
venían con sus mejores ropas
a la consulta del médico.
Limpieza hermosa
la de ellos y sus únicos tesoros
cogidos en los brazos.
Por un constipado,
por unas medicinas recetadas
por los médicos del hospital.
A veces por medicamentos imposibles,
inexistentes, caducados,
por un sobre que les curara la diarrea
del agua no potable.
Y sin ser médicos, voluntariamente,
hacíamos de enfermeros, doctores,
de lo que fuera necesario.
Todo fue antes del COVID-19.
Ahora van a los hechiceros haitianos
para que les curen
con la magia del vudú.
* * *
No exportan, no viven del turismo
como hace la República Dominicana.
Sometidos por el imperialismo
de uno o de otro continente,
por sus vecinos,
la corrupción los ahoga,
les destroza la vida.
Sin parar de luchar.
No llegan a viejos.
Las ayudas desaparecen
en las maletas
de los mandatarios.
Les roban, los prostituyen,
los engañan, los matan a golpes.
Los utiliza la rapiña inhumana
en sus orgías de poder y abuso.
Inertes como los diamantes que lucen,
incrustados en el oro de un anillo o brazalete,
los gobernantes perversos
se preparan a vender lo que les paguen.
Piedras junto a las piedras.
Poemas del libro de la autora: Entre Dominica y Haití
Áurea López Quiles
Alicante, España
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