Cuando mi memoria del cuerpo despierta, con los feos recuerdos de ese momento, en que tus manos de hombre sucio y perverso tocaron mi cuerpo, vuelve a rodar en mi sangre el deseo de escapar, de huir, de haber desobedecido y “llevar el agua al albañil, que tan duro trabaja”, dijo mi madre.
Cuando mi memoria del cuerpo sacude con las evocaciones de tu piel tosca, áspera, mal oliente de hombre maligno, siniestro, capaz de abusar de una niña indefensa que ni siquiera entendía lo que pasaba, mientras la ultrajabas.
Cuando mi memoria del cuerpo perdona, a sus labios rozando la piel de nena traviesa y juguetona, mis manos sienten como si tocaran de nuevo a ese sujeto amargo, deplorable, infausto. A ese sujeto que violó no solo el cuerpo sino la inocencia de comenzar una vida distinta, callada, funesta, partida por el dolor y el horror jamás compartido, tan sólo sufrido y callado, envuelto en la culpa de haber permitido, aunque imposible de poner resistencia ante un hombre tan grande y simpático como ha sido y si hubiera contado ¿quién me hubiera creído? Tu piel es el peor recuerdo de niña, mujer, madre, esposa, abuela que me ha permanecido.
28/04/2020
Ana Barchuk de Rodríguez
Misiones, Argentina
El fuerte impacto de una situación terriblemente cruel y muy dura de decir, de escribir, de recordar...
ResponderEliminarGracias por tu lectura atenta, Lina.
EliminarCariños
Analía