miércoles, 10 de septiembre de 2008

Evaristo José Rodríguez

El vuelo

A pesar de que durante la noche había tenido sueños nada tranquilizadores, se vistió, desayunó y luego tomó la valija, que había vuelto a revisar para asegurarse que nada iba a faltarle. La llevó hasta el baúl de su auto y partió.
Dos horas más tarde estaba preparado para iniciar el vuelo, y se alegró de encontrarse con varios amigos a los que no veía desde hacía tiempo, con quienes charló un rato y compartió un café.
Ahora el avión estaba levantando vuelo, y su placer parecía mezclarse con algo de nervios, tal vez porque hacía meses que no volaba. Al principio todo pareció andar bien y el carreteo fue suave y silencioso. Pero luego de que el tren de aterrizaje dejó de tomar contacto con la pista, la máquina comenzó a moverse en forma extraña, como si no estuviera respondiendo a los mandos. Daba la impresión de que le costaba elevarse y que un imán la estaba atrayendo hacia la tierra. Su corazón se aceleró de inmediato y miles de agujas se clavaron en su piel. No podía creer que todo fuera a terminar con un accidente que ni siquiera había imaginado cuando partió de su casa.
Después de unos segundos la máquina perdió altura definitivamente y se estrelló en el final de la pista. Los que corrieron al lugar del siniestro pudieron apreciar que el avión había quedado totalmente destruido y que ya nada quedaba por hacer.
Juntó uno por uno los trozos de la máquina y los guardó en la valija, salvo el pequeño motor diesel, que puso en el bolsillo de su chaqueta. Luego comenzó a caminar hacia el auto con un gesto de resignación.


Evaristo José Rodríguez – Buenos Aires, Argentina

Tomado de la Revista Sensibles del Sur (octubre de 2003), dirigida por Ernesto Bavio


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Como todos los soñadores, confundí el desencanto con la verdad.
Jean Paul Sartre

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