miércoles, 10 de septiembre de 2008

Ana María Mopty

Historias

Esto de vagar entre hierbas altas, cartón y latas junto al dique, siempre trae algunas consecuencias, por ejemplo, los zapatos. Me refiero al calzado que encontramos sin su dueño. De la ropa que dejan no nos ocupamos porque llega con manchas o quemada. Pero los zapatos se aprovechan pronto y hasta podemos ser generosos cuando algún familiar del propietario solicita para datos o recuerdos. Allí acompañamos en sentimiento, eso tampoco nos cuesta. A las historias no queremos escucharlas. Son demasiadas; siempre iguales y nosotros, en ese caso, perdiendo los zapatos. Tal vez hoy pase el camión. Desde lejos distinguimos su enorme cuerpo verde en el polvo de la siesta. No le guardamos rencor, sería como castigar a los que sin querer nos benefician.


Con amor

Fue antes de anteayer que te llegaste, evanescente y frágil, cada vez que te nombraba. Al aire he lanzado un beso y me ha quedado dulce la boca de tus labios. Con la última mirada, esmerando la firma, la encerré en el sobre.


La pérdida

Antes de regresar a su casa, advirtió que había perdido su voz. La buscó en la ciudad conmocionada, en los huecos insignes de una plaza, en un zaguán. ¡Imposible! Aminoró los pasos hasta que tuvo que reconocerla definitivamente huérfana de cuerpo y domicilio. Desmembrado de ella, era él: una sombra.



El círculo se va a cerrar

Abren el vientre del charco los vehículos que pasan por la esquina. Sin proponérselo cada uno se lleva: consuelo de perros vagabundos, noche resguardada, estrellas, rocío.


Ana María Mopty – Tucumán, Argentina

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Es preciso elevarse con las alas del entusiasmo. Si se razona, no se volará jamás.
Anatole France


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