A Matisse
Cuando mi boca ausente de la tuya
ya no hable
y mis dedos en los tuyos
ya no escriban
sal en la noche y si lo quieres,
mírame
dormida para siempre en una hormiga.
Si escuchas al atardecer un mirlo que te pía
mientras descubres nidos en la madreselva
o ves un huevo de pájaro roto en tu camino
sonríele como siempre a la mañana, amigo
y déjate acariciar por mi sonrisa.
Como las hojas que el otoño seduce
partiré vuelta sombra en noche umbría
heredando mis huesos.
A quien no me llore
ni descuide mis flores
le hablarán mis pescados
y las ardillas
todas las horas,
pues muy vivas
estarán mis venas
en mis amados hijos,
como si fuera ahora.
15 de abril, 2005
Canción del día siguiente
Todo parece igual
y el pajarito
dice su pío pío
La mañana
sin sombras
frío en la almohada
Una mujer herida
y dos violadas
La suavidad total
toda negada.
Vuelve la historia,
y la memoria embriaga círculos
que la enmascaran.
Sobre mi cuello cuelgo
esta otra rama,
fruta y mañana.
El desamor
Al puente
Como sería la vida
si pudiera no tenerte tan dentro:
saldría al jardín y vería las rosas
deshechas por el viento anoche
mirando a la tierra
con siete pares de ojos de perro viejo
a los pescaditos
desnudos de recuerdos
cuando mueven sus aletas
agitando la espera del sol entre las algas
que no atrapan
sino ilusiones viejas
utopías quemadas
respiraciones sin aliento
y magnates con dinero a dos manos
mientras el horizonte duerme traspasado de miedo
la lluvia fría caída en un instante y después
del trueno el run run del tren que se agiganta
y me cede
de su lecho la fe definitiva
de sus rieles la muerte razonada
todo sería eterno silencio en la alborada.
Epping, 5 de junio, 2005
Marta Zabaleta
Nació en Santa Fe, Argentina. Reside en Londres, Inglaterra
Dueña de una poética que sabe fluir entre lo cotidiano y la nostalgia, Marta Zabaleta no olvida poner su sello en la naturaleza ni en las rosas de su jardín. Gracias, abrazos a través de las distancias.
ResponderEliminarMuchas gracias, querida Lina.
EliminarMi abrazo