Hay poemas, Lubio, que es mejor no escribirlos;
sería como deslizar la lapicera sobre algo ya escrito
y cuyos signos se fueron arraigando en los años,
no con vocales, consonantes, sino con aires, voces…;
estaríamos haciendo una copia, o un intento
de copia, que nunca podría ser sino un agregado.
La realidad también escribe sus poemas en nosotros
hondamente, como si fuéramos una pizarra o un papel
repleto de caminos y muelles que se fueron dibujando.
A menudo, sobre todo cuando me detengo en los tiempos
(o en sus momentos más vívidos, o entrañables),
yo los leo y releo, no sin emoción y no sin sorpresa.
Tesoro caribe
Güiria, La Salina, Punta Brava, Irapa,
hundieron en mí un tesoro, que no lo van a encontrar.
Un tesoro indecible, extraño, o a medio entender.
Con sus costas, sus bananos y sus aromas de caoba,
que circulan por las calles donde los libaneses
tienen sus negocios de quincalla y baratijas.
Sí, casi sin advertirlo, mientras venía por la calle Vigirima,
o avanzaba en dirección de la camaronera o del puerto,
mi vida quedó tocada, habitada, desde aquellos días
en que escuchaba los braceos y bramidos del mar
desde la cama, con una joven mujer, en aquella lejana
sala, con algún grillo desvelado siempre cerca.
Como les decía, Güiria, La Salina, Punta Brava, Irapa,
por si alguna tarde me quedo sin memoria, sin suerte o dormido.
Macuro
Poema de las voces
Si fuego, viento, piedra,
odio, amor o agua
devastaran estas calles,
desde las costas hasta la última
iguana,
de nada serviría.
Cada roca, cada hoja,
cada luz
volverían a su sitio,
como ha sido desde siempre.
Y ésa es nuestra gloria,
también nuestra condena.
Frutas y caracoles
El cortinado de su sala tenía diminutos
caracoles de tonos beiges y rojizos,
calados en un extremo y cosidos, que
al llegar ella resonaban cual maracas;
tenía la piel entrañable e indecible, como
una única fruta del Caribe, que anuncia
el horario oportuno para que los aires
den lugar al frenesí ciego y los perfumes;
la tarde entonces, casi noche, era
una frágil envoltura que todo lo contenía
sin quebrarse, y todo, todo lo diario y
farragoso o pesado, cesaba de existir,
a la altura de su lengua, que obraba
como una llave manejada con destreza
desbordada en el intrincado momento
en que se debe exigir a pleno para ser;
su balcón daba hacia la avenida, con
las costas arboladas divisándose apenas
entre nieblas; y todo aquello además
cuyo aroma será de necesaria escritura,
aunque difícil, algo lejano, o imposible…
Maracaibo, 1982
Del poemario del autor: Semeruco. De Güiria a Maracaibo
Eduardo Dalter
Buenos Aires, Argentina
La realidad nos escribe a todos desde que aprendió a escribir; y desde que nosotros aprendimos a escribir, sin darnos cuenta, rememoramos sus sentencias.
ResponderEliminar"Nihil novum sul sole", escribió, pero todo aquello que nos agita, no puede evitar ser exterior; ¡qué más da sino es la primera!; la primavera se repite y siempre es un hermoso y renovado poema. Gracias señor Dalter, me han transportado sus poesías.
Gracias por sus palabras, Luzbel. Va mi más cordial saludo. 🌿 Eduardo Dalter
ResponderEliminarEn la espléndida escritura de Eduardo Dalter siempre nos sorprende su forma de decir, sus imágenes tan vívidas y esos giros inesperados que estimulan nuestra imaginación. Abrazos, Analía. Todo mi afecto, Eduardo.
ResponderEliminarLina, Lúzbel:
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestra lectura.
Cordiales saludos