-La Plata, Buenos Aires, Argentina-
El ardor del Silencio
Un calor infernal. Los labios ampollados y los ojos hinchados. El casco pegado a la frente por una escasa transpiración.
Sólo sentir la respiración cual compañera, que también se distancia.
Perdidas las esperanzas.
Un ruidoso avión cruza sobre mi cabeza. No me buscan...
Pensar que estoy vivo es una torpeza.
No tengo fuerza.
Abriré los ojos. Limitaré la frontera que me marca, en el medio de lo que está a mi frente.
¡Lo que faltaba! Un espejismo: agua, palmeras, una hermosa fuente.
Arrastrándome en un misterioso descubrir, aquello que consideramos imposible, lo hice realidad: el oasis que tanto busco.
Me desplazo. Sería insignificante evadirme a cada instante, toda soberbia que cargaba se ha convertido en nada.
Llego hasta la frontera anhelada. Los dedos encrespados clavo en la arena que quema, desangra... Levantando una vez más la cabeza, veo tras el vértice de la arena lo que parecía una realidad.
Me echo a rodar. Caigo. En el triste hervor de mi sangre voy en busca del instante de poder mojar mis labios.
Segundos. Minutos. Desmayos cortos. Gigantesca espera.
Y es así, cuando así tiene que ser.
Entierro mi cabeza en la arena mojada. Mis manos se agarran con ardor de toda esa costra mezquina de bases.
Nuevamente, abriendo los ojos, busco la sombra de las palmeras, más distantes aún.
Me dejo estar. El agua de la ciénaga me cubre. La arena se acomoda como si despreciara mi materia.
Respiro más calmo, sabiendo que el instante de partir se ha dilatado.
Con cierta facilidad, llego a la sombra de unas hojas altaneras. Cierro los ojos, dando fin a mi gran desespero.
Me ahogo. Toso. Despierto empapado en sudor. Cama de un hotel en pleno occidente. No hay arena, y sí la angustia de una soledad que quema con la misma intensidad, me abraza descubriendo en mi íntimo las respuestas de mi Ser.
¿Cómo me siento al saber que no conjugo en todos mis pensamientos, una partícula de algo llamado “sentimiento”?
Ya adormezco... Prefiero soñar que estoy en el desierto.
…….................…………Del libro Historias cortas de un mundo corto
*************************************************************
Dos excesos: excluir la razón, no admitir más que la razón.
Blaise Pascal
*************************************************************
domingo, 12 de diciembre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Una fusión de dos realidades muy bien resuelta desde lo onírico y la aparente contradicción de preferir el ambiente físico hostil del sueño al vacío de la realidad carente de sentimientos. Muy lograda la transposición de una realidad a otra, muy natural y cortaziana. Saludos poéticos Irene Marks
ResponderEliminarMuchas gracias querida Irene.
ResponderEliminarAprecio tu comentario minucioso, siempre con palabras tan detallistas.
Mi abrazo y mis deseos de un buen año.
Analía