domingo, 12 de diciembre de 2010

María Fabiana Calderari

-Santiago del Estero, Argentina-

Más que un sueño


Diluida en los últimos colores que traza el ocaso, penetra silente en la noche larga y hecha sombra juega sobre su espalda.
El amanecer esculpe otro día eterno y solitario. El torso desierto le revela que no ha sido más que un sueño angosto. El aliento ajeno que se desprende de su boca mojada le tuerce un nudo en la garganta. Febril, aguarda el atropello de otro sueño para rasgar el misterio del encuentro. También ella lo aguarda.


Las lumbreras

La luz del mediodía cabía en el cuarto. Iluminado lucía más grande, mal barrido. Sin embargo, nada lo inmutaba. El atardecer se desplomaba como un manto demoledor impregnando el aire de hastío, de una larga tristeza. Entonces sus párpados de piedra se cerraban repasando los laberintos traviesos de la memoria. Al abrirse, sus ojos descubrían las historias más entretenidas y brotaba un manantial de colores nuevos que la imaginación enhebraba hasta mis ojos.
Sólo el grito de mi madre nos interrumpía siempre. –¡No perturbes su descanso!- rezongaba. Ella nunca pudo atravesar las lumbreras del abuelo.


Bálsamo de amor

Pasas junto a mí ignorándome; desconociendo los momentos en los cuales me habitas.


Preludio - Fragmentos del interior

Entre viscosidades y fluidos fui abriéndome paso. Asustándome. Retrocediendo, avanzando, dando giros espontáneos, inevitables. Las insólitas cabriolas me lanzaron bruscamente hacia lo desconocido. Al vislumbrar la luz vacilé, y dos sombras ajenas, llenas de poder, me arrancaron la voluntad de permanecer. Esperé, gemí. Había otros como yo allí afuera, más grandes. Mis sollozos provocaron júbilo y sonrisas. ¿Quién hubiera imaginado que tras tanto esfuerzo y temor, tanta incertidumbre, existiera la felicidad?
Comencé a parecerme a ellos. A disfrutar el sonido de sus voces. Aprendí a comunicarme. Jugué a crecer.
Aún conservo las ganas de aprender. Soy afortunada, el bagaje no es una carga pesada, y aunque abulten los ideales y los sueños, me resguardo en la esperanza.
Me protejo del sol, no me agrada que ciegue mis ojos, ni siquiera por unos instantes. Disfruto la lluvia, aunque a veces mis ideas enmohezcan. Prefiero el invierno, del frío han brotado mis vivencias más heterogéneas y algunos recuerdos placenteros: el chocolate caliente, la tibieza de las mantas, los abrazos consentidos, las lecturas interrumpidas.
Lo demás es un recuento de experiencias y aciertos propios, de entresijos y misterios que encubren timidez e ingenuidad.
Desde ese instante que no se elige y que nos llega, inexorable y urgente, amo la vida.
Muchas personas me han colmado de alegrías. Comparto, con algunas de ellas, el mal humor de las mañanas, los almuerzos ricos y las noches suaves.
Intento ver cada día, como aquel primero, lleno sollozos y sonrisas; dejándome llevar por la vida empapada de aguaceros y sorpresas. En suma, treinta y ocho años no es más que un preludio…


Textos tomados del blog de la autora: http://facalderari.blogspot.com

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La esperanza no es fingir que no existen los problemas. Es la confianza de saber que éstos no son eternos…
Elizabeth Chase

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