-Alcoy, Alicante, España-
Trochas convivenciales
Amor, esta tarde has hablado de forma tan contundente y precisa que he sentido, de repente, un escalofrío: “Las mujeres envejecéis más pronto que los hombres porque sois unas descuidadas, porque no prestáis atención a las cosas ni a vosotras mismas”. No es cierto mi amor. Lo que pasa es que la vida de la mujer es una continua y constante renuncia: renuncia de sí misma para que vosotros, los hombres reluzcáis, para que ninguna de vuestras cualidades, incluso, las más pequeñas queden disminuidas.
¿Sabes cariño, la cantidad de ternura, dulzura y amor que una mujer es capaz de generar? De amor, ¡sabemos tanto! Porque amamos y respetamos al padre, amamantamos y protegemos al hijo. Porque velamos vuestro sueño, cuidamos vuestra hacienda, enlucimos vuestro prestigio, arropamos vuestro cansancio y perdonamos vuestros caprichos. ¡Si amor, os queremos tanto!, ¡tenemos tanto amor!
Sé que a veces frunces el ceño porque piensas que la mujer ejerce una influencia que suele llamarse “la fuerza de la debilidad” haciendo de nuestra desventaja un ejercicio despótico para dominar al hombre y dominar todo el entorno. No niego que tal situación exista, pero es algo que ocurre tanto en mujeres como con hombres. El débil, el oprimido, tanto hombre como mujer, desarrolla unos mecanismos de autodefensa que traspasados ciertos límites, causan el efecto contrario al deseado: se vuelven opresores.
Por todo lo expuesto, amor, te invito a buscar el equilibrio entre los dos y entre todos, donde los valores morales de igualdad y de respeto sean la primera premisa a cumplir mutuamente y si flaqueamos y no podemos alcanzarla, recurramos a la solidaridad con el fin de contrarrestar esa crueldad con que jalonamos nuestro cotidiano vivir. Hemos de crear cada día una convivencia armónica, rica, respetuosa, como si ese día fuera el primero, el más luminoso y que encerrase todas las bienaventuranzas y todas las promesas magnificas que siempre soñamos vivir y que poco a poco se fueron frustrando sin casi darnos cuenta. La rutina nos absorbió.
Sepamos armonizar nuestras personalidades con los derechos y deberes que nos son propios y gocemos mutuamente del amor que sepamos generar. ¡Nos hace tanta falta!
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Un río puede alcanzar su meta porque ha aprendido a sortear los obstáculos.
Autor desconocido
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lunes, 26 de abril de 2010
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