lunes, 26 de abril de 2010

Liliana Marengo

-Bernal, provincia de Buenos Aires, Argentina-

El descubrimiento


Cuando reciba este mensaje, pensará seguramente que descubrí algún continente, o alguna vacuna que pueda salvar a la humanidad de una enfermedad incurable. Le confieso que no se trata de eso, lo cual no quiere decir que sea menos o más importante de lo que esperaba que le diga, porque al escribirle esta historia, tal vez salve a la humanidad, a esa parte de la humanidad a la que le lleguen estos renglones.
Paso a relatarle, estoy presa. He tratado de identificar a quien o a quienes pusieron la llave a la puerta que me aisló del mundo. Años de infructuosa búsqueda perdiendo los más maravillosos amaneceres, el sol cuando atardece, la luna cuando llega, un amor. Tiempos en que mi resentimiento fue haciendo una lista de todos los posibles culpables que me sometieron a esas cadenas. Pero redondeo, quizás a otros les pase lo mismo. De buenas a primeras, he descubierto algo tan simple que puede provocar su risa, y es que la puerta la cerré yo misma, la llave la tengo yo, las cadenas están dentro.
Luego de leer estas palabras, pensará que estoy afuera, gozando de maravillosos amaneceres, del sol cuando atardece, de la luna cuando llega, amando, y lamento defraudarlo, pero no es así. De eso quería hablarle, si está encerrado, o conoce a otros que padecen de este encierro, cuéntele este descubrimiento, es simple: La llave que se busca afuera puede estar adentro. Si es valiente, la salida se revelará no milagrosamente, sino peleando contra el fantasma más poderoso, que es el miedo, el miedo a ser, a ganar y a perder, a amar y a que lo amen, también y por que no, a que lo dejen de amar.
De todos modos, hay mucho más por ganar que por perder. Le pido por favor, que si recibe este mensaje, escrito dentro de una habitación muy pequeña, y gracias a la posibilidad que da este correo, lo transmita a aquéllos que están atravesando situaciones parecidas, y ellos a su vez cuando se liberen, lo comunicarán a los que están por la calle y que se creen libres, y no son libres, presos de la monotonía, del trabajo, la falta de deseo, la fatiga crónica, la desidia, la ignorancia y tantas otras cosas más, que hacen de una persona un esclavo.
Como verá, no he descubierto ningún continente, ninguna vacuna para salvar a la humanidad de una enfermedad incurable, lo que no quiere decir que este descubrimiento sea menos o más importante que alguno de ellos. Hay descubrimientos que no salen en los diarios y que no los publica ninguna editorial, pero que le pueden salvar la vida, porque al escribirle esta historia, tal vez salve a la humanidad, a esa parte de la humanidad a la que le lleguen estas líneas.


Mención en el V Concurso Literario Bonaventuriano de Poesía y Cuento (Cali, Colombia), con la colaboración de la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE)

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Del mismo modo que no tenemos derecho a consumir riqueza sin producirla, tampoco lo tenemos a consumir felicidad sin producirla.
George Bernard Shaw

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2 comentarios:

  1. Es un placer leerla, atrapa desde las primeras lineas. Fantástica !!

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  2. Gracias por tus palabras
    Saludo cordial
    Analía

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Analía Pascaner