lunes, 27 de abril de 2009

Elsa Hufschmid

-Santa Fe (Argentina)-

De la vieja Suiza


Mientras corto, prolijas, las rodajas de pan que había sobrado estos últimos días, la cocina se inunda del aroma de la manteca en la sartén.
Uno a uno voy dorando los redondeles mientras, por la ventana del departamento, se desliza el anémico sol invernal.
En una ollita está hirviendo un buen vinito tinto con el azúcar de un desbordado tazón y dos preciosas y enigmáticas ramitas de canela.
Disuelvo cuidadosamente tres gordas cucharadas de harina en una taza de agua y las agrego a la pócima de vino, convirtiendo todo en una inquietante jalea del color de las violetas.
Acomodo los dorados pancitos en una fuente honda y les zampo la crema caliente. Primero se resisten, pero, luego, alertados del perfume y sabor del regalo, van absorbiendo, conformando un exquisito budín de pan borracho.
¡Qué rico, el postre de la Oma! -dirán mis niños, mientras guardan sus útiles escolares. Y volverán, rápido, a sus vasos de leche y al dulce trozo que los espera.
Sé que por aquí cerca, un duende menudo e inquieto, de blanco rodete y ojos celestes, detendrá su andar y sonreirá feliz.
Su nieta, como su madre allá en las montañas suizas, gozaba en recibir a sus pequeños con aquel dulce. Ya no recordaba como lo llamaba, el idioma natal se escapó tras la nebulosa de los años, pero el olorcito la atraía del más allá y compartía en espíritu la reunión familiar.
Mientras recogía las migas, una tibia brisa olor a manzana y lavanda rozó mi cara. Chau, Oma, ya nos encontraremos, lo sé, estarás sentada en aquel sillón de mimbre leyendo, debajo del limonero.
Espérame.


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La gente se arregla todos los días el cabello. ¿Por qué no el corazón?
Proverbio chino

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3 comentarios:

  1. Elsa, hay tanta ternura en tu relato, que hasta duele. Seguramente tu Oma, te va a estar esperando con ese postrecito que enriqueció tu infancia y hoy, transformado en ese duende, se vuelve cuento para deleite de todos. Felicitaciones, me emocionó.
    Marta Julia Ravizzi

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  2. Elsa,estoy de acuerdo con Marta J. Ravizzi,"hay tanta ternura en tu relato, que hasta duele" Es "bellísimo" y verdaderamente, emociona y mucho,tal vez porque me pasa lo mismocon las recetas de mi abuela griega.Felicitaciones-
    Ignacio Giancaspro

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  3. Queridos Marta e Ignacio:
    Coincido acerca de la ternura del relato, conmueve profundamente. Mientras transcurre la lectura uno va sintiendo los olorcitos de la infancia.
    Un cariño
    Analía

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