-Pergamino, provincia de Buenos Aires (Argentina)-
El Vigésimo Primero
Designado el Vigésimo Primero, se abocó a ordenar su portafolio. A las nueve menos cuarto sería la penúltima entrevista. Un jefe encargado del ingreso se ocuparía de evaluarlo: la forma de tomar la lapicera o el timbre de voz que se exigía para atender las llamadas importantes. No obstante sus temores, él pensaba que esta vez lo aceptarían. Aún recordaba los consejos de su padre y todo lo aprendido en los cursos anteriores.
Cuando escuchó que lo llamaban, una rara sensación se coló por sus oídos. Su apellido sonaba diferente. De tanto escucharlo en otras entrevistas, parecía una palabra apolillada. Una suma de letras sin sentido que apenas lograba convocarlo.
Al oírlo nuevamente, una duda feroz atenazó su cuerpo. Sin saber hacia dónde dirigirse, giró sobre sus pies hasta perderse.
El mayor de los hermanos
El mayor de los hermanos siempre lucubraba. Disponía regímenes y dietas, a los cuales se ataban sus parientes. Ordenaba con cuidado los títulos y acciones, en los que luego sus padres invertían. Cuando la bolsa de valores vibraba de contenta, la familia entera se reunía. El mayor de los hermanos presidía los encuentros. Mojaba en el tintero la pluma de los días y armaba silencioso su propio calendario. Semanas inquietantes cubiertas de papeles y meses enroscados en su oscuro maletín. Una forma pertinaz de darle a cada cosa el sello personal de sus hermanos.
Lamento de Azucena
Lamento estar tan sola – murmuró Azucena… Y sin hacerse esperar se desgranó en el aire. Sus brazos recorrieron la distancia que luego la separó del cuerpo. Sus piernas se agitaron por un rato hasta apagarse con el viento. Una figura lívida y acuosa ocupó el espacio de su ausencia.
Al cabo de unas horas, su voz atravesó la sonrisa de todos los presentes y se alejó riendo.
Sopa de hortalizas
Cuando cuento historias truculentas las ancianas se horrorizan. Se cubren los oídos con sus manos y corren a través de los pasillos.
Del otro lado de la casa, mi madre las aguarda con paciencia. A medida que sus cuerpos se desplazan, prepara silenciosa su sopa de hortalizas. Un aroma persistente se expande por la casa, aplacando las voces y los gritos.
*************************************************************
La esperanza, no obstante sus engaños, nos sirve al menos para llevarnos al fin de la existencia por un camino agradable.
François de la Rochefoucauld
*************************************************************
lunes, 27 de abril de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por pasar por aquí.
Deseo hayas disfrutado de los textos y autores que he seleccionado para esta revista literaria digital.
Recibe mis cordiales saludos y mis mejores deseos.
Analía Pascaner