lunes, 27 de abril de 2009

Carlos Esteban Cana

-Puerto Rico-

Acéfala

La muerte causó la debacle. El director nunca nombró quien habría de sucederle en caso de cualquier emergencia. Y un ataque fulminante al corazón dejó a la agencia acéfala. A partir de ese momento en el registro demográfico no se emitió ningún documento más. Incluso el documento que certificaba la defunción del fenecido funcionario fue imposible tramitarla. No hubo quien firmara el acta.


La chica de la tauromaquia

Se asustó de ver tanta verdad en sus ojos.


Para paliar

El gobierno, para paliar la crisis económica que azotaba particularmente a la clase trabajadora, decidió aumentar de tres a seis días los sorteos de la lotería electrónica.


Top-tueni

¡Soy una perra!, le dijo. Afirmación en la que reconocía lo mal que había tratado al hombre que abandonaba. ¡Soy una perra!, se dijo cuando conducía a toda velocidad por el expreso. Por alguna razón que ella desconocía era inevitable no disimular en su rostro, durante el trayecto, una amplia sonrisa. También, esporádicamente, su mente acudía hacia una época, hacia otro hombre (aquel que la había dejado años atrás en el altar) mientras cantaba, a viva voz, el más reciente éxito en el Top 20 que se escuchaba en la radio.


Pretensión

Con los años, nadie, ni siquiera los teólogos, que esgrimieron teorías de diversos escribas interviniendo en el corpus literario, pudieron darse cuenta. Cuando decidí recoger las leyendas dispersas de nuestro pueblo, los viejos testimonios que remontaban a mitos antiquísimos, no resistí la tentación de insertarme en la valiosa antología que iba recogiendo. Por eso imaginé, magnifiqué mis andanzas y minimicé mis errores. Busqué la forma de atribuir a otros mis fracasos (en cuanto lo anterior, utilizar a Dios como comandante en jefe solucionó la situación). Y de manera un poco melodramática -tengo que confesarlo- imaginé hasta mi propia muerte. Solitario, en el umbral de una montaña.

Ahora, en esta dimensión, veo los frutos de mi pretensión.


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Aunque todo lo demás falle, siempre podemos asegurarnos la inmortalidad cometiendo algún error espectacular.
John Kenneth Galbraith


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2 comentarios:

  1. Esos relatos tan breves, qué amenos son, te felicito
    Cordial saludo
    betty

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  2. Gracias por tus palabras, mi querida Betty.
    Un abrazo
    Analía

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