Di que me quieres
Esta tarde vi la fotografía que nos hicimos en el Village. Brillaba en el fondo de una maleta vieja que encontré en el altillo. Entre gorras ridículas, navajas roñosas y libros sin dedicar, hallé también las pistolas. Recordé cómo las compraste, una pastosa tarde de verano. Hacía poco que habíamos visto ¿Quién teme a Virginia Wolf?, en aquel cine de la 42, y acariciaste la caja de las armas como si fuera el bebé extraviado de la Taylor. Qué bonita mitomanía, corazón: ésta dispara, ésta no…
He escogido una de las pistolas. Monto el percutor. Te oigo llegar por el pasillo. ¿De dónde vienes, cariño?: no me digas que «de por ahí», nadie anda «por ahí» a estas horas. Ya estás muy cerca de la puerta entreabierta… Como en la película, que tanto te gustó, vas a encontrarte con un cañón entre las cejas. Las pestañas te tartamudean, mi amor, pero contéstame sin falta, la urgencia del cañón lo requiere. Mírame como lo hacías en la vieja foto, tesoro, y di que me quieres.
¿Temes que haya cogido la pistola de verdad? No te preocupes por nada, cielo, sé lo que vas a responder…
Este texto pertenece al libro recientemente publicado Nunca llueve sobre el Sáhara (Ed. Mandala & LápizCero – Madrid 2008)
La esfinge
La esfinge se despertó una mañana. Un hombre viejo leía un libro aprovechando la sombra del dios y las estelas de los misiles arañaban el cielo azul. La esfinge miró al hombre y lloró.
Pedro Manuel Martínez Corada – Madrid, España
http://www.martinezcorada.es/
http://www.margencero.com/
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Hago más caso del testimonio de mi conciencia que de todos los juicios que los hombres hagan por mí.
Marco Tulio Cicerón
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lunes, 11 de agosto de 2008
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