Llegó a casa pereciendo la mañana de un mes de noviembre. Venía más allá de la General Paz, dejó sus huellas en edificios fantasmas del barrio de Villa Linch. Cruzó por la populosa Villa Maipú y cuentan los que saben que lo vieron fatigar las calles de Villa Martelli, Villa Concepción, Villa Libertad y el antiguo Puerto Billinghurts.
Lo vi esa mañana recorriendo con sus siete bolsas a cuesta el Paseo Vía Civitanova de la Plaza San Martín.
Su canto melodioso llegaba a nuestros corazones. Cantaba con un acento castizo, suave y dulce a la vez, se refería a olivares en flor, a tierras fecundadas por la hoja del arado, a balcones con muchachas florecidas que recibían serenatas de Romeos apasionados.
Esa canción también hablaba de una guerra cruel y lejana, de una tal Pasionaria amada hasta el sacrificio por obreros y mineros asturianos.
Hermosas canciones escuchamos en la Plaza San Martin esa mañana de noviembre, de parte de este anciano de quijotesca figura y de andar sereno.
No sé por qué motivo, lo asocié con la imagen de nuestro Martín Fierro, siendo tan distantes la una de la otra. Tal vez porque me pareció que compartían casi iguales pesares.
El anciano de las bolsas, al terminar sus canciones, caminó otro trayecto y se llevó consigo sus siete bolsas arcanas. Aplaudimos emocionados a tan brillante juglar y tierno abuelo de la plaza.
Éste no pudo verme, su mirada iba más allá del Océano Atlántico, quizás en un punto fijo de la tierra española que lo viera nacer.
Roberto Romeo Di Vita
Buenos Aires, Argentina
gracias por la publicación, Analía , un abrazo, Roberto
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Roberto. Siempre un gusto compartir tus letras.
EliminarMi abrazo y mis mejores deseos