jueves, 10 de abril de 2025

Ivan Pozzoni

Hotel Acapulco 

Mis manos demacradas siguieron escribiendo 
convirtiendo en papel cada voz de la muerte,
no dejé testamento, 
olvidando cuidar 
lo que todos definen como el quehacer normal 
de todo ser humano: oficina, hogar, familia, 
el ideal, al fin, de una vida normal. 

En el lejano futuro de 2026, toda la defensa 
de un contrato indefinido, 
tachada de desequilibrada, 
encerrado en el centro de Milán, 
en el Hotel Acapulco, un hotel decrépito, 
reclamando la cosecha de sueños marginales, 
agotando los ahorros de toda una vida 
en revistas y comidas escasas. 

Cuando los Carabinieri irrumpan 
en la decrépita habitación del Hotel Acapulco 
y encuentren a otro muerto sin testamento, 
¿quién contará la historia ordinaria 
 de un viejo cortavientos desgastado? 


Epimilligram 

No debes enfadarte si a veces te nombro, 
te he hecho inmortal en el “retrato anónimo”. 
Mi tinta graba mejor que un tazón de cicuta: 
sin que nadie lo sepa, tu reputación ha evolucionado. 


No encajo 

No encajo, tengo un trastorno límite de la personalidad 
reparto codazos como Greg “El Martillo” Valentín, 
si no me aplico nunca podré aspirar al Premio Nobel 
un ternero irreductible entre las vacas negras de Hegel. 

No encajo, tengo un delirio esquizofrénico 
odio al pueblo y mojo mi pluma en arsénico, 
canto, fuera del coro, como un mitómano de Factor X 
desactivando bombas y lidiando con un detector de metales. 

No encajo, tengo una disposición asesina, 
deambulo entre los zombis, al estilo del Rey del Pop en Thriller, 
volando bajo sobre la costa cito cocientes, 
obligado a empaquetar subtítulos para los no usuarios. 

No encajo, tengo todo tipo de fobias, 
incluyendo mi amor por el verde, como virtuoso dendrófilo,
incendiando el mundo, difuminando el tiempo con el zoom, 
me rindo a la obsolescencia de la consecutio temporum


La balada de Villon 

La muerte tiene sus ojos de verano coloreados 
baila con el ahorcado, endosa cabezas decapitadas 
le cuenta al suicidio sus historias de invierno, 
que la lágrima de un suicida puede extinguir el infierno. 

La muerte recoge flores de huesos gastados 
en cerebros goteantes y cuencas oculares agujereadas, 
llora flores de nenúfar en el estómago de los ahogados, 
ella, puta, frágil, adiós al celibato. 

La muerte se casa con el cadáver quemado, 
sigue siendo la única fuerza fuera de la lógica del mercado, 
abraza al hipercapitalista, al anarquista, al indiferente, 
sin darse cuenta de que no sirve para nada. 

Clamamos por la vida, abolimos la muerte, 
lo intentaron en masa con el apoyo del arte, 
distraídos con ricos homenajes y cotillones, 
abolimos la muerte y cantamos Villon. 


Ivan Pozzoni 
Monza, Italia 

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