Abril cumplía el mandato de la naturaleza, despojando a los árboles de sus hojas muertas.
Manuela, Lucía y Belén salían del Normal 10, las veredas rotas de Tres de Febrero lucían alfombradas por las hojas de otoño.
Experimentadas pisadoras, buscaban las ocres, las sabían bien secas y crujían bajo los abotinados (que odiaban).
- ¡Nena! No me empujes, yo la vi antes.
A pesar del empujón, Manuela logra el objetivo y disfruta del crujir.
- ¡Ay! ¡Ay! No, no fue sin querer -Lucía apoyada en una rodilla, se masajeaba el tobillo-. Me pateaste con ese zapatón.
Belén se siente horrible… realmente no la había pateado adrede; pero cuando Lucía le dijo zapatón, la odió, y la sentó en la vereda sin compasión… a ella zapatón, que tenía el complejo de calzar cuarenta.
Lucía grita:
- ¿Te volviste loca Belén? ¡Mira el guardapolvo!
- ¿Ahora también me tiraste sin querer?
- ¡Chicas! - grita Teresa; la portera estaba limpiando las aulas que daban a la calle, y los gritos la hicieron salir-. ¿Por qué gritan así? ¿Lucía qué haces en el suelo?
- ¡Señoritas! En la puerta del colegio con esos modales de… parecen los del Industrial.
La secretaria las miró despectivamente y volvió a entrar.
- Justo la bruja tenía que verlas… ¡Ay! Mañana las llaman de la dirección.
Teresa sufre, Teresa compinche del centenar de adolescentes que pueblan el Normal.
¿Teresa era? Teresa… y nunca hizo falta saber nada más que su nombre.
Beatriz Caserta
Buenos Aires, Argentina
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