La plenitud
Había sido un día
absolutamente pleno, en el que la escritura propia y ajena le dio total
felicidad. Había comprado ese libro, y fue fantástico. “El encuentro se
produce en un cielo en el que nadie puede permanecer”* -decía en sus
páginas, a propósito del cine.
A la tarde, con el sol pleno
de otoño a través de la ventana, leyó también ese cuento de Dardo y lloró sobre
el último renglón.
Tuvo que llamarlo, para
confesarle esto. Luego, le contó a O. que había llamado a Dardo por la emoción
que le provocó leerlo.
Y se preguntó qué sentiría si
pudiera ser culpable de semejante conmoción.
Lo supo al regresar a casa,
cuando L. llamó para decir que había llorado sobre esos versos suyos que
traducía al francés.
Y fue como tocar el cielo,
permanecer en él.
Algunos años después, cuando
el nombre completo de Dardo apareció en las necrológicas del diario, recordó
especialmente aquella tarde. Entonces lloró de tristeza por él. Como se llora
por alguien muy querido, aunque sólo lo había visto una vez en la vida.
* John Berger
(Inglaterra, 1926).
Del libro de la
autora: la vida leve. Ediciones
La Carta de Oliver, noviembre 2014
Norma Etcheverry
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