-Zaragoza, España-
No me busquéis
Cuando, olvidados ya de mí y de mis quimeras,
tal vez echéis de menos mis manos en la noche.
Cuando, perdidas ya las pistas de mi risa,
caminéis por el filo de una voz enemiga.
Cuando mueran los trigos.
Cuando desaparezca…
No me busquéis en casas decoradas
por artistas del lujo y el boato.
No me busquéis en cálidos despachos
ni entre alfombras, cortinas o lámparas antiguas.
No me hallaréis tampoco entre las gentes
que, despreciando al hombre, conversan vanamente
con vacías palabras que nada significan.
No estaré con aquellos que filtraron
(sin piedad, sin rubores)
gota a gota la sangre de los pobres
para hacer de cada vena un instrumento
de riqueza enterrada en sus bolsillos.
Buscadme en el sepelio de una hoja
brutalmente arrastrada por el viento.
Tal vez en las aceras, entre las multitudes,
solo,
contemplando el ocaso de un insecto
o el cambio de colores de un semáforo.
Ahogándome quizás tozudamente
en gigantescas fuentes de nostalgia,
o prendido de un silbo
recorriendo recuerdos.
También me encontraréis enredado en la hiedra
que crece por los muros del eterno
rayo que hirió mi piel y no se apaga.
Tal vez esté subido en una estrella
o escarbando la tierra malherida
o cantando a la luna mis desvelos
o arrullando las aguas del arroyo
o a la orilla nocturna de ese mar compañero
de viajes y esperanzas, de ese mar que me ama.
Jugando con las ninfas sobre una flor de loto,
en el curso de un río al norte de mi aldea,
comentando con un almendro amigo
las últimas promesas del otoño
o el tono grisverdoso del crepúsculo.
Allí me encontraréis sinceramente vuestro
si me buscáis en pie, sin veleidades.
Quizá malhumorado, alegre, deprimido,
confuso, triste, solo, emocionado,
feliz, cansado, incierto…
pero vivo.
Ojos sin nadie
Dicen que un abrigo negro se lo llevó una noche,
que una sombra mortal iba envolviéndole,
que una estrella fugaz lloraba su destierro.
Supo entonces de plazas donde la luz no existe,
conoció las palabras carentes de sonido,
habitó las vertientes del olvido.
Una capa negra, dicen, se lo llevó despacio
a una ciudad de huecos corredores
y vastas avenidas en penumbra
y velos que se pierden tras todas las esquinas.
No le veréis mañana, será otro;
otro su corazón, otra su piel, su fiebre.
Pues dicen que una noche
se perdió entre otras calles
y unos ojos sin nadie se lo llevaron preso.
La habitación cerrada
La habitación cerrada es mi condena.
Las palomas ausentes mi destino.
Escribo como un envenenarme.
Como quien se arroja ciegamente
al fondo de un profundo precipicio;
contra la luz encerrada en las ventanas.
Como quien hunde el cuerpo en alta mar
sin esperanza alguna de regreso.
Como un prófugo a través de la nada.
En cada verso dejo
el sedimento espeso de la sangre.
Me voy crucificando en cada sílaba.
Como un cuchillo inverso me penetro.
Tú
……..poema
…………………….balcón
abierto a los infiernos.
Poemas de El rostro prohibido
Textos tomados del blog del autor: http://sergioborao2011.blogspot.com.es/
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Quien añade sabiduría añade dolor.
Eclesiastés
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lunes, 26 de marzo de 2012
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