-Unquillo, Sierras de Córdoba, Argentina-
Reflejos amarillos sobre el teclado
Hoy volví sobre las teclas de mi piano.
Mediaron varios años de silencio.
La resonancia muda y el canto apagado.
Los dedos temblorosos y la contrición agradecida por haber salvado mi dedo anular tras aquel accidente. Ése que ocurrió en octubre del año pasado en un lugar de mi pequeña mansión. En realidad, un sencillo hogar; cuando se cerró la puerta de la cochera por la fuerza del viento mientras intentaba abrirla; incrustándome la mano derecha entre las bisagras de las dos hojas que le servían de cierre.
Una vivienda, sentida como la fortaleza creada por mis esperanzas e ilusiones; negadas para mi existencia. Se trataba quizás, del destino de simples sueños mundanos; a través de los cuales el ego exponía “bijouterie” fantasiosa, de quimeras imposibles para mí.
Hoy, con los ojos cerrados frente al mismo piano, en la nueva casa de alquiler temporario, interpreté como pude, aquel antiguo vals: “Desde el alma”… Melodía plasmada por mi madre; con partitura ante los ojos.
Pensar que en este día, apenas asomo las notas merced a un oído especial para la música. Extraña capacidad; pero no talentosa para lo que el mundo valora como arte. Esto es, ajustarse a las pautas de la música escrita sobre un pentagrama.
De mi parte, juego con acordes danzantes en mi mente desde corta edad, armonizados por intuición; pero sin la maestría requerida al ajuste de las partituras.
Mi interpretación es algo muy suave; así como suena una lira delicada en manos de un principiante joven y, doy gracias a Dios, porque de esa manera mi corazón se transporta a un mundo, en el que fui; o también seré.
De ese modo también extraño, apareció tu mirada y la expresión de tu rostro en mi mente; con un cúmulo de recuerdos encontrados, teñidos de emociones famélicas por el desgaste de los años. Y sólo a modo de una presencia fantasma, habitando los huecos creados por el vacío del otro, horadados por el paso del tiempo.
Porque, aún algo de fuerza vital se expande en mi sangre y en mis músculos, negándose tozudamente a envejecer; mientras la realidad me devuelve en el espejo, una imagen endurecida y tosca.
No obstante, tu recuerdo se asió a una lágrima tonta, que no supo dónde esconderse.
Reencontrarme con ese instrumento… Parte fundamental de toda mi vida.
Recuerdo los infantiles golpes con torpeza sobre las teclas; los intentos fallidos en el Conservatorio de Música durante la niñez temprana y la expresión forjada de sentimientos inexplicables, que a modo de hilo de agua marcada por el declive desde la vertiente, bulleron denunciantes de los caminos sinuosos de un confundido corazón, lleno de historias siempre truncas.
Este reencuentro después de tanto tiempo, inicia algo que desconozco; muy mío. Muy de este tiempo, de hojas amarillas abandonadas desde los árboles, danzando sobre el teclado…
…………………………......……………………Córdoba, Argentina, Mayo de 2011
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Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad.
Albert Einstein
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viernes, 11 de noviembre de 2011
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¡Muchas gracias Analía por esta publicación! Es un honor para mí estar en este lugar... Bendiciones para vos y esta fecunda labor que desarrollas en bien de la cultura.
ResponderEliminarMuchas gracias a vos, mi querida Graciela, por permitirme contar con tu voz en este sitio literario.
ResponderEliminarAgradezco tus palabras elogiosas.
Te abrazo y te deseo días plenamente bendecidos
Analía