jueves, 16 de junio de 2011

Ronald Bonilla

-San José, Costa Rica-

Decir del viento

Di que el viento tuerce, doloroso, a la deriva,
tus caminos.

Pero, ¿de qué violencia estamos hechos,
de qué sal, de qué arena fragorosa?
¿En qué poniente aciago, en cuál mañana
diseminaron estos rudimentarios brotes?

Di que el viento ulula en la madera
quijongos imposibles que te arrastran.

¡Qué difícil sangrar de la esperanza!
Satisfacer los anhelos de roble
de los ríos y las doblegadas cumbres;
no quedar más anclados entre estepas vividas.

¿De qué hojas dispersas nos hicieron,
de qué maíz, de qué barro salobre,
de qué excremento macerado y fiero?

Di que el viento atravesando
es esta luz lejana
que le devuelve la mirada a Dios.
Y nos vuelve terrones como rayos,
palabras como cielos
donde iniciar estas amarras
de la luz que nos subleva hasta el abrazo.

Di tú si el viento
está cantando al fin entre los prados.


Repaso de insomnio

Apenas roza la tarde su andamiaje de sueños;
el sopor no se reinventa
y sólo estamos:
subsecuentes hileras del trasbordo.

Yo fui, uno a uno, tanteando espejismos:
voces que estaban
suspendidas por su simetría con el viento
– desnudándolas ciego yo te esperaba.
Y te esperaba explayándote entera
sobre un lecho de andanzas convocadas.

(A manera de fakir subo los brazos hoy
pues me duelen los hombros
restableciéndose para abrazarte.)

Mas alguien pregunta por esta rara simbiosis;
yo estoy anclado y soy el árbol casi erguido
con sus ramillas nuevas verdeciendo;
soy casi el sol y su transparencia de nubes
viajándome eclipsadas.
Tú a veces vienes
y me tiendes la trampa secular
del abandono.

Pero muestras los geranios festivos
alardeando ante la ventana,
y yo en el baño
pregunto despectivo por la toalla
que aprendió a cubrirte.

Una mirada triste apenas pasa.
No es un sacrilegio pensarte aquí.
Aquí te quiere el aire y su trenza deslizándose,
continua.

Te espero. No soy quién
para reprochar el olvido
desmadejado de las tardes últimas
que quizá me entregaste.


……………………………………Del libro Sed de otras piedras

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Cuando se quiere dar amor, hay un riesgo: el de recibirlo.
Molière


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