Dibujaba, hacía miles de trazos con colores diferentes sobre la pared de mi habitación. Trazaba curvas, líneas, rectas. Perpendiculares y más, y todos llegaban a una forma que ni yo podía discernir. No sé… se parecían a tantas cosas… De repente se asomó un rostro entre los tantos bosquejos que formaban la figura, era el rostro de mi padre. Sin saberlo lo había buscado entre el caos de mi mente y la fantasía, la quimera había pintado con su cincel su cara.
Y justo era lo que necesitaba para encender las luces de todos los universos de mi alma…
* * *
Allá en lo lejano sobre el vaho del mar,
el recuerdo del pasado se ensaña con las olas
como un barco que no quiere a su destino llegar.
Otra vez el otoño ha de terminar, y con él se irán las cosas cotidianas ya vividas para no volver jamás.
Qué triste es saber que todo ha de acabar, así como se fue la infancia, aquellos amigos… ¿quién sabe a qué lugar?
La vida es como un prisma de cristal en cuyas partes está,
como algo incierto, todo eso que se va…
Y otra vez igual que siempre la primavera con sus retoños traerá
la ilusión que aparta las penas y nos hace olvidar,
aunque nada tenga olvido, y todo tenga un final.
Fernanda Andriole
Inriville, Córdoba, Argentina
hermosos poemas Fernanda , de un apellido de amigos . un abrazo
ResponderEliminarAgradezco tu lectura, Roberto.
EliminarMi abrazo y mis mejores deseos