Mi perro me habla y yo lo escucho.
Es ordinario y callejero,
como los perros de Diógenes.
De ahí, tal vez, proceda su sabiduría.
No fue a la escuela,
no tuvo guías que lo guiaran
ni consejeros que lo aconsejaran.
Ergo, puede pensar libremente
(éste es su mérito más grande)
y, además, con alegría
(algo poco habitual en el que piensa).
En su filosofía, no cabe el platonismo;
tampoco hay margen para ídolos
ni mitos traídos de los pelos.
Como no recibió bendiciones,
nadie lo tiene en cuenta en el debate:
“No es más que un perro indigno”, aseguran,
y le arrojan un hueso con desprecio.
Sí, mi perro me habla y yo lo escucho.
A veces, yo también le hablo a mi perro,
pero, ¿qué puedo explicarle?
Él ve claramente el horizonte
donde mis ojos sólo ven la bruma
del discurrir civilizado.
Para saberlo
Para saberlo, heme aquí,
poeta de corto aliento,
inexplicablemente vivo todavía,
sentado como siempre a mi mesa de trabajo,
escribiendo poemas que no serán leídos,
mientras mi perro lidia con mis zapatillas,
un caluroso día de enero de un siglo que comienza,
en el país de los golpes militares,
en un planeta devastado por la estupidez del hombre,
en la desolación atroz de la Vía Láctea.
En cada puerta que tocan
Domingo a la mañana. Los pastores
recorren las calles de la villa vecina,
llevando la salvación a domicilio.
En cada puerta que tocan, dejan
publicaciones con la geografía del cielo
y fórmulas para orar y alivianar las culpas,
mientras los perros ponen a prueba su espíritu apostólico.
Ellos son la voz ambulante de las Escrituras
en este suburbio del planeta
donde la pobreza es una penitencia diaria.
Sólo un poco más tarde, convencidos de haber servido a Dios,
se alejan entre anuncios de alguna catástrofe inminente
y ladridos que no favorecen su regreso.
Pienso en un poeta muerto
Pienso en un poeta muerto a los 25 años,
mientras leo un poema suyo en una revista
que tiene un nombre extravagante.
Probablemente, el poema
no logre sobrevivirlo mucho tiempo,
pero hoy es lo que respira todavía por él,
el único hueso que asoma de su tumba.
Fábula posmoderna
Según los expertos, muchas especies naturales
se hallan en vías de extinción.
Hablan de tiburones, ballenas, cocodrilos,
lagartos, lagartijas, águilas, cormoranes, lechuzas,
garzas, chinchillas, huemules, musarañas…,
sólo para dar un ejemplo.
(Hasta el hombre, con su lógica destructiva,
ha puesto en riesgo su propia supervivencia.)
Al parecer, la naturaleza no sabe defenderse sola.
Salvo en el caso de las ratas,
que siguen multiplicándose.
Poemas de Música continua. Antología personal, tomados de www.tuertorey.com.ar/
César Cantoni
La Plata, Buenos Aires, Argentina
SIEMPRE PENSANTES POEMAS DE MI AMIGO CANTONI . UN ABRAZO , POETA
ResponderEliminarMuchas gracias por tu lectura, Roberto.
EliminarMi abrazo y mis mejores deseos
Gracias, Roberto. Abrazo y recuerdos.
ResponderEliminarMe quedo grabada la frase; La pobreza es una penitencia diaria, y creo que hay variedad de pobrezas que anidan en el hombre.Detecto el amor por los perros mejores amigos, compañeros del hombre
ResponderEliminarAgradezco tu lectura, Haidé.
EliminarMi abrazo y mis mejores deseos
Gran poeta, gran trayectoria, siempre un placer leerlo. Abrazo afectuoso desde Córdoba
ResponderEliminarMuchas gracias por tu lectura, Alfredo.
EliminarMi abrazo y mis mejores deseos