El sonido perfora el silencio,
me levanto despacio, esperando
encontrar el café hirviendo,
que caerá lento en la taza.
La ventana anuncia lluvia.
El aroma se levanta sereno
como si fuera un anuncio
tal vez un aviso, que me indica
que tendré un día intenso.
Pero no me importa, porque
tengo el café en mi mano,
tus ojos en los míos
y nuestros abrazos.
Entonces levanto la vista
y ahí estás, sonriendo
mientras me despierto,
mientras despejo mis ojos somnolientos
bebemos este café en silencio.
Aquí llegamos
Sin tener premoniciones hostiles
llegamos a este punto del camino
donde no sé si las horas pasan
mirando la pared,
sin querer vernos, lentos,
despidiendo con adioses vagos
una historia que ya se fue.
Paisajes herrumbrados
que destilan humedad,
siluetas vagas que deambulan
en una noche, descalzas, a tientas,
con el corazón dormido
en una continua siesta.
Y miro hacia afuera y no veo nada,
no quedan pájaros que canten
canciones de amor.
Solo queda un sol que brilla
sin nubes en derredor que oculten
la cicatriz desnuda, desierta
de las palabras dichas
en aquella ocasión.
Y por más que lo discutamos
hemos llegado a este agujero,
profundo túnel,
inquebrantable velo,
que sueña inocente
con volver a vernos.
…y si miro hacia afuera, no veo nada.
Instantáneas de otoño
Mientras me sirven el café,
leo los titulares y más abajo,
en letra pequeña, el resto
de las noticias.
Levanto la cabeza y miro
por la ventana hacia afuera
y me pregunto si en el resto del mundo,
también es otoño.
Bebo un sorbo. El aroma
penetra por mi nariz, intenso,
como si una urgencia hiciera
que el vapor lo invadiera todo.
Vuelvo al diario, lo miro
sin reparar en nada.
Lo dejo exhausto sobre la mesa,
tomo el resto del café
y vuelvo a la ventana
que solo muestra premura,
personas que transcurren veloces
como los focos de los autos,
como suspiros que se elevan
perdiendo peso.
Los colores cruzan la ventana,
rápidos, anónimos, distorsionados.
Ya no puedo distinguir
los rostros porque están saturados
de rutina.
Pago, me levanto el cuello del abrigo y salgo;
salgo a ese mundo que también es mío,
del que formo parte desde siempre,
desde el principio de los tiempos,
desde el mismo inicio.
Rubén Pérez Hernández
Uruguay
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