Me llamo como me
nombras
Naciéndote en lo súbito
cuando se desgaja el agua del mar
en río
en niebla
vaho que traspasa el silencio
y en rocío trasmina la piedra
la que resuena bajo tu pisada
la que levantas y me entregas en
promesa
donde escribo lo que me es dado
presentir
somos un rostro que se multiplica sin fin
en la vibración indomable de sus sílabas.
*
* *
Poco habré de
escribir
porque el lenguaje se me agosta
para
expresar lo vivido.
Se despedaza irreverente
tartamudea y rueda por los peldaños
de una
epifanía equívoca.
¿Cuántas veces deletrear
“caricia” y tachar su silabeo
por reparo a evidenciar la
ranura y la pesadumbre
al haber desarticulado la
completitud de su complejidad?
Así cuando me señalas que
“corazón” o “hermoso”
son vocablos de peligrosa
enunciación
creo que deberíamos excluir esa
vulnerabilidad
del dominio de la razón.
¿Has leído en Derrida el término
“hermoso”?
Apología desatinada de la
intensidad
que bordea la mudanza
y el percutir insistente
-que semeja un llamado más que un reiterar-
Tal vez sea mejor derruirse
y admitir la
torpeza o el arrojo
peor es ignorar lo insalvable…
“Posdata”, en Simetría del silencio, libro de la
autora. México: Fundación René Avilés Fabila e IPN, 2009
Mariana Bernárdez
México
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