viernes, 28 de febrero de 2020

Mariana Bernárdez


Me llamo como me nombras
Naciéndote en lo súbito
cuando se desgaja el agua del mar
                                  en río
                                  en niebla
vaho que traspasa el silencio
y en rocío trasmina la piedra
la que resuena bajo tu pisada
la que levantas y me entregas en promesa
donde escribo lo que me es dado presentir
somos un rostro que se multiplica sin fin
en la vibración indomable de sus sílabas.


*  *  *

Poco habré de escribir
porque el lenguaje se me agosta
        para expresar lo vivido.
Se despedaza irreverente
   tartamudea y rueda por los peldaños
       de una epifanía equívoca.

¿Cuántas veces deletrear “caricia” y tachar su silabeo
por reparo a evidenciar la ranura y la pesadumbre
al haber desarticulado la completitud de su complejidad?

Así cuando me señalas que “corazón” o “hermoso”
son vocablos de peligrosa enunciación
creo que deberíamos excluir esa vulnerabilidad
del dominio de la razón.
¿Has leído en Derrida el término “hermoso”?

Apología desatinada de la intensidad
que bordea la mudanza
    y el percutir insistente
    -que semeja un llamado más que un reiterar-
Tal vez sea mejor derruirse
    y admitir la torpeza o el arrojo
peor es ignorar lo insalvable…


“Posdata”, en Simetría del silencio, libro de la autora. México: Fundación René Avilés Fabila e IPN, 2009

Mariana Bernárdez
México

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