miércoles, 9 de abril de 2008

Ana María Mopty

La barcaza

Clausuraron de un golpe las puertas y quedaron apenas las ventanas redondas para que el sol las lamiera en las mañanas. Pero no, sólo la lluvia. Adentro sonidos diversos y ellos. Eran pocos para atenderlos y acostumbrarse a sus modos naturales. Primero fueron plumas las que le tocaron la cara, después un lomo enorme que sintió junto al olor a cueros y al relincho. También rozaban cabezotas firmes y ojos que miraban mansos.
Fue mucho y continuado en días sucesivos. -¿Y el sol?- se pregunta a sí misma, como nuera reciente invitada a acomodar su “yo” en la barcaza.

El marco

Nuevamente alguien que se me parece ha quedado encerrada en el marco refulgente. Se mueve, busca, se acomoda y cambia. Se agita. De un portazo cierro la puerta y ahí la dejo. Apuro los pasos fatigando los pasillos, escalera, puerta. Llave en mano, la dejo sola hasta que anochezca.

Reciprocidad

Cuando los grillos acompasan sombras surgidas en la noche, me interno en tus ojos. Escudriño tu mirada al compás de las palabras. Todo calla y es tu voz la que penetra entre cortinas y tibiezas íntimas. Los dos regulamos nuestros cuerpos, evocando mundos a partir de tus relatos, gestos y silencios. Es posible que esto suceda desde hace mucho tiempo, pero cada instante es distinto, Sherezade.

El diario

En cualquier ciudad ruidosa, iluminada, un diario no es un diario según la hora del día. A la mañana se lo busca, se lo paga, se lo lleva bajo el brazo; por la tarde, poco importa y a la noche ya sin cuerpo y arrugado va a para a un asilo de desechos, junto a cualquier cosa en cualquier ciudad.

Divorcio

La tristeza verdadera está en las tazas, en los sonidos del platillo acompasando una canilla mal cerrada. En cuanto a las tazas ¡oh, las tazas!, no se miran ni se tocan, los bordes se hacen ásperos y el líquido llega a labios vacíos de palabras: nada qué hacer ni qué decir en el desayuno de gargantas oprimidas sin apuro junto al diario.
Definitivamente se emborrona el recuerdo con el último sonido que decrece en el plato. Paralelamente queda, sobre la mesa, cada plato.

Ana María Mopty - Tucumán

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En las profundidades del invierno aprendí finalmente que había en mí un invencible verano.
Albert Camus
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