martes, 21 de mayo de 2024

Editorial


con voz propia Nº 134 

Revista literaria
 
Mayo 2024 


Propietaria – Editora – Directora: Analía Pascaner 
Publicación creada en noviembre de 2006 
Distribución y publicación gratuitas 
ISSN 2314-0275
 


Lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano. 
George Orwell 




¿Cuántas veces cierra uno los ojos para no ver y cuántas para ver mejor? Me lo pregunto porque creo que pensar la diferencia entre una cosa y la otra puede ayudarnos a elegir cuál vida preferimos. No ver lo que nos disgusta, nos aflige, nos amedrenta o nos enfurece y, a cambio, simplemente tratar de no ver nada, es mucho menos útil que cerrar los ojos y llenarlos con nuestras más privadas, arbitrarias y liberadoras fantasías. En esta época de pérdidas y pesares, cerrar los ojos para distinguir con exactitud no sólo aquello que no queremos perder, sino todo eso que nos urge imaginar, es además de un consuelo, un deber de asombro al que no podemos negarnos. 

Ángeles Mastretta 
Fragmento del cuento A ojos cerrados, del libro ‘El mundo Iluminado’ 




Cuando salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entró en ella. De eso se trata la tormenta.
Haruki Murakami 


Revista literaria con voz propia 
ISSN 2314-0275 
Propietaria: Analía Pascaner 
San Fernando del Valle de Catamarca 
Catamarca – Argentina 

Las expresiones derivadas del material literario aquí publicado, son de exclusiva responsabilidad de cada autor. Analía Pascaner 


Es algo serio simplemente estar vivo en esta fresca mañana en este mundo roto. 
Mary Oliver


Autores publicados


¿Y qué has hecho tú con tus años? ¿Dónde has enterrado tu mejor época? ¿Has o no vivido? 
Fiódor Dostoyevski 

con voz propia Nº 134
Revista literaria 
Mayo 2024 

Autores publicados en esta edición



Autores publicados desde inicios de la revista con voz propia

Las expresiones derivadas del material literario aquí publicado, son de exclusiva responsabilidad de cada autor. Analía Pascaner 


Revista literaria con voz propia 
Publicación y distribución gratuitas 
ISSN 2314-0275 
Propiedad, dirección y edición: Analía Pascaner


Alicia Borgogno

Agua y tierra 
Dos cuerpos frente a frente 
son a veces dos olas 
y la noche es océano. 
Octavio Paz
Él es el agua y yo la tierra. 
Y cuando el agua llega a la tierra 
     somos la llovizna y el sendero, 
porque él es un regalo del cielo 
     y yo soy la que festejo, 
porque él es el que riega 
     y yo el sostén de los cultivos. 
Mientras el agua cae sobre la tierra, 
mientras la tierra bebe el agua… 
                                     somos todo. 


En algún lugar 

Voy sin mí… 
Me quedé sin querer 
              en algún tiempo, 
                   sin pasos para andar. 
Me dejé hilvanada 
              en algún rincón, 
sin alas para estrenar otros vuelos. 
Voy sin mí… 
porque ayer me olvidé 
             en algún hueco, 
tratando de no estar,
             o de esperar 
                           hasta nacer de nuevo. 


Caballo herido 
La noche de ojos de agua en el campo dormido, 
está en tus ojos de caballo que tiembla… 
Octavio Paz 
Tarde gris, adormecida. 
A orillas del arroyo 
el caballo agoniza. 
Están  
       viniendo 
                   a buscarlo… 
Sus ojos fijos, vidriosos, 
suplican al que cargó a sus espaldas,
              al que lo abrazó mil veces, 
              al que fue su sombra 
                      como algún pájaro, 
                      como aquel rocío. 
Están 
       viniendo 
                   a buscarlo... 
y el caballo aquí tendido, 
          con su mirada dulce,
          con su respiración herida, 
          con sus patas en cruz 
                      como un vaticinio. 
Sobre la alfombra de pasto, 
con sus piernas vencidas,
está el niño arrodillado. 
Están 
        viniendo
                    a buscarlo. 
Están llegando. 


Alicia Borgogno 
Cañada de Gómez, Santa Fe, Argentina

Cada vez que sacudimos el adormecimiento de acostumbrarnos a las cosas, la vida nos toca con toda su frescura. 
David Steindl-Rast

Áurea López Quiles


Cogíamos las motos hasta la frontera, 
cada día. 
Los conchos las llaman los dominicanos. 
Quieren llevarte a cualquier parte 
con un zumbido constante 
por unos pesos ida y vuelta. 
Más si te llevan a las playas, 
sin casco, sin semáforos, 
subiendo y bajando las cuestas 
por los caminos de tierra 
donde el cuerpo tiembla. 
Tres o cuatro en una moto. 
Sacos de patatas, cebollas, muebles 
que los quiebran 
y hasta un tobogán sujeto, 
regalo de los vecinos 
para Flores de Kiskeya, 
la ONG que nos acoge. 


            *   *   * 

Sin que fuera Navidad 
de Papá Noel vestía. 
Tampoco era Carnaval y 
parecía Spiderman. 
El calor no daba tregua 
pero un chubasquero oscuro lo cubría, 
incluso las manos y las rodillas. 
Los más pequeños 
no tenían nada que ponerse 
de otros niños lejanos que 
celebran fiestas y cumpleaños 
con montones de regalos
de abuelos, tíos y amigos. 
Los cuerpos al aire 
saltando a la cuerda. 
A la rayuela. 
Al fútbol. 
Otros con sus bidones-camiones 
de inspiración casera. 
O con un palo empujando una rueda. 
Juegos de siempre. 

Cantábamos haciendo palmas 
chocando nuestras manos. 
Los dedos sucios, 
igual que sus naricillas. 
Les limpiamos, les curamos las heridas. 
Caras preciosas sonriendo
rodeadas por su pelo de artista: 
trenzas, lazos, ganchos, cintas, abalorios… 
¡Entrañable arcoiris infantil! 


            *   *   *

Había un hospital blanco y nuevo en 
la República Dominicana. 
Donde las vacas pastaban. 
Donde no había agua a todas horas. 
Tampoco jabón. 
Ni otras cosas. 
Donde trabajan los amigos de los amigos. 

Criterios, opiniones distintas. 
Cada uno decía.
Música en el móvil de las enfermeras. 
Fuerte para que te animes. 
Fuera la hora que fuera. 
También visitan los oradores. 
Para rezar por ti y tu familia. 
Para que sanes. 
Diferentes infecciones en la misma habitación y 
te daban la mano a pesar de todo. 

Allí estaba nuestro compañero voluntario con la amebiasis y 
su mujer en su luna de miel acompañándole. 


Estos poemas pertenecen al libro de la autora: Entre Dominica y Haití 

Áurea López Quiles 
Alicante, España

Después del verbo amar, el verbo ayudar es el más hermoso. 
Bertha von Suttner

Rubén Pérez Hernández

Ser uno mismo 

Escucho, tomo nota y aprendo, 
o trato de aprender… 
Lo escucho leer sus poemas y parece 
que leyera un relato, una historia cualquiera, 
un aviso, un folleto, suena convencional, pero no lo es. 
Escucho en silencio, sin pensar en nada, 
sin distraerme y surge la pregunta: 
¿Cómo lo hace? 
porque mis oídos y mi cerebro se dan cuenta 
que hay algo más que palabras y letras. 
Vuelvo sobre el papel e intento, 
sí, intento sin conseguirlo, sin lograr 
ese resultado que combina pasión y sabiduría. 
Vuelvo sobre las notas y pienso en la primera línea del poema: 
“Escucho, tomo nota y aprendo…” 
Entonces surge de algún lado una avalancha, 
una catarata de ideas que desborda, 
como si fuera un foco de luz, 
una breve claridad, un vacío que succiona, 
que absorbe todo y donde todo deja de ser realidad. 
Entonces vuelvo a leer el poema. 
Vuelvo sobre las palabras y me doy cuenta, 
como si fuera una revelación, mi mente 
explota entonces despertando 
y ante mí aparece el elemento esencial 
que me susurra al oído: 
“sé tú mismo”. 
Tomo el lápiz y garabateo deficientemente 
una idea, un esbozo, algo que pretende
tener sentido. 
Un nacimiento. 
Pretendo que sea el comienzo 
escribiendo este poema que empieza: 
“Escucho, tomo nota y aprendo”. 


El espejo 

Hoy regreso al espejo 
atravesando campos enteros, desiertos. 
Le preguntaría, por ejemplo, cómo sería volver, 
recorrer las pisadas que otros dieron, 
dejándolas abandonadas, tiradas al sol. 
Regresar no es claudicar, es solo volver 
sobre los pasos olvidados. 
Es reencontrarse tal vez con uno mismo, 
con las cosas amontonadas en viejos baúles 
que a veces resisten ese olvido, como volver al espejo 
y revolver en los papeles, recuerdos de otros tiempos. 
Hoy regreso al espejo. 
Hoy regreso para empezar de nuevo. 


La pura realidad 

Comienzo esto diciendo: 
“la realidad es frágil, 
endeble”, una línea muerta 
que no resiste ninguna prueba,
simplemente porque no está ahí. 
Existe porque hay otros puntos de vista 
que la entienden. 
Es como un corredor plagado de puertas, 
puertas quietas de madera vieja, 
que esperan ser descubiertas. 
Siempre estuvieron ahí. 
Solo debemos elegir una y abrirla. 
Al traspasarla, la realidad cambia 
ya no es la misma, es otra cosa, 
es el jardín de otra casa, ubicada 
en la misma cuadra, en el mismo barrio. 
Entonces digo: “la realidad es frágil”. 
La realidad es cambiante, atravesada 
de simientes que florecen, crecen y remontan vuelo. 
La realidad es un sueño sujeto a estudio, contra todo resultado, 
ella espera paciente tras cada puerta. Solo espera, atenta 
a que otro la cruce, la traspase inconsciente, 
dubitativo, casi al borde de la locura. 
Solos, sin testigos, como en un sueño 
vívido, tanto que vamos a creer que ésa 
es la pura realidad. 


Historias 

Los ladrillos de las casas viejas, 
desamparados, trágicos escombros 
esconden nombres sagrados, 
objetos preciosos, preciados, 
nombres rutinariamente olvidados 
omitidos, negados. 
Exiliados de la memoria 
comparten espacio con el olvido, 
antiguos amos que se retuercen 
en los recuerdos de los indignos. 
Las viejas paredes guardan silencios, 
rostros contraídos, mohines. 
Guardan sonrisas anónimas por buenas noticias, 
lágrimas que corren mansas de penas antiguas. 
Las paredes contienen, retienen y a veces sostienen 
gritos mudos de desesperación, 
manos pintadas como signos, que acarician 
torneadas trenzas que caen en los hombros, tersas.
En definitiva las viejas paredes guardan
inocentes suspiros, 
ojos encendidos que disparan 
sutiles caricias que los amantes guardan. 


Nota del autor: Poemas leídos en público el 15 de noviembre pasado. 

Rubén Pérez Hernández 
Uruguay


Debemos escuchar al niño que fuimos un día y que vive dentro de nosotros. Ese niño entiende de instantes mágicos. 
Paulo Coelho

Horacio Laitano

Nenufo 

   Nenufo fue sagaz e imprevisible hasta que alguien lo derrotó en su ausencia. Su imagen se desprendió del cuerpo y comenzó a vagar por la llanura. Al llegar a Pergamino, la gente lo llevó al arroyo. Después de flotar unos minutos, se convirtió en un alga pegajosa que se perdió en el agua. 


El jarabe del Dr. Claquer 

   Todas las mañanas, el Dr. Claquer prepara su jarabe. Lo distribuye equitativamente entre sus hijas. Con cada cucharada, sus facciones se transforman. Sin embargo, ninguna de ellas lo rechaza. Saben que sus días dependen de ese tónico infalible. 


El matrimonio Desoler 

   Castigado por la crisis, el matrimonio Desoler se refugia donde puede. Archiva con pesar los momentos anteriores y reconstruye el laberinto de sus charlas. De vez en cuando, las palabras se detienen y el matrimonio Desoler se desmorona. Ninguno de los dos alcanza a comprender el movimiento, ese ir y venir de las miradas que se estrellan contra el vidrio. 


Don Anselmo 

   Don Anselmo está en la plaza desde anoche. Dormido sobre un banco, le mordieron sus zapatos los ratones. La llovizna de la noche humedeció su ropa. Alguien quiso sustraer su billetera, mientras él soñaba con sus hijos. ¿Vendrían a buscarlo? ¿Le traerían los papeles que él les reclamaba? 
  Al pasar los primeros colectivos, el ruido interrumpió su tiempo de descanso. Dos mujeres, que paseaban a sus perros, lo miraron un poco sorprendidas. Una de ellas intentó acercarse para hablarle. Don Anselmo se enrolló como un ovillo y se fue rodando por la calle. 


Del libro del autor: Nenufo y otros textos. Editorial Vinciguerra, Colección Nuevo Cauce 

Horacio Laitano
Pergamino, Buenos Aires, Argentina

No te alejes de tus ilusiones. Cuando desaparezcan, seguirás existiendo, pero habrás dejado de vivir. 
Mark Twain

Adriano de San Martín

Cuando preparo el café me acuerdo de usted 

No es como la magdalena 
en la infusión de tilo. Aunque 
tal vez lo sea, pero en doble sordina. 
El aroma asciende, ya de la tela humeante, 
ya de la prensa francesa, el percolador 
o la maquinita especial para el espresso. 
La fragancia en la cascada de luz colándose 
por los rosados ventanales; su bata color vino 
moviéndose con una síncopa insoportable. 
El dorado de piel recién despierta es propicio 
para la molienda sobre el torso de aceituna 
en la curvatura de su alucinante caída. 
Ese perfume. Esa luz. Esa presencia. La sartén 
crepitante en el ajo del olivo. Afuera las hojas caen 
y en la estancia se agolpan todos estos olores, 
se confunden con el azar primigenio, aguardentoso, 
agridulce, cual ritmo ondulante de resaca bajo niebla 
marina. Ese aroma en compacta síntesis, esta esencia 
de rocío matutino, porque las cebollas también lloran. 

Del poemario del autor: Secuencias (2023), presentado en la Biblioteca Nacional de Costa Rica en noviembre de 2023 


La isla que somos 

En suma, un pueblo sin sentido trágico de la existencia. 
Isaac Felipe Azofeifa 

Una isla verde rodeada de verde 
y azul arriba, azul que se nubla al gris 
en la mayoría de nuestros alabados días. 

Isla sin mar en un archipiélago de imágenes vacías. 

Rodeados apenas por los ancestros 
la mirada permanece en montes, colinas y volcanes 
sin que atraviese los anchos océanos del tiempo. 

Así navego las calles colmadas de gentes 
colmadas a su vez por salamandras mentales. 
Personas que consideran el ombligo de la historia 
en el margen de sus quimeras. Culpables siempre 
serán los otros, quienes llegaron de islas más lejanas. 

Por eso estas calles podrían ser las de La Habana, 
Santo Domingo, San Juan o Puerto Príncipe. 
Igual las de Buenos Aires, Sao Pablo, Ciudad de México, 
Barcelona, Beijing, San Petersburgo o San Francisco. 
Lo que cambia es el color de las gentes, 
la amplitud de las avenidas, la bruma del paisaje. 

Pero la isla está en mí. Persiste sitiada por múltiples 
piélagos de sargazos, infinidad de mares muertos, 
costas olvidadas o pensadas para visitantes, 
polisemia de golfos en la sombra, bahías de la miseria. 

Soy como la isla en el corazón de un continente 
que viaja inseguro en su propia mudanza 
sin que el país que suponemos cuente para nada
en su larga trayectoria de batallas y muerte. 

Sí, una isla, como decir una buena idea 
disolviéndose en la brutal realidad de su presente. 

Del poemario del autor: San Lucas, Ciudad Quesada 2001 y otros poemas 


2. 

Serena el espíritu 
la contemplación en diálogo 
con los orgánicos habitantes 
del planeta. Los elementales. 

El hábitat se desnuda con donaire. 
Nuevas melodías, formas, texturas y celajes 
amplían la abundancia de la totalidad divina. 

Así se rediseña la conciencia cósmica,
la grande inteligencia universal. Ajena 
a guerras, ambiciones y amarguras, otorga 
el ejemplo para la confluencia de algoritmos, 
cadencias, destellos, armonías. Se metamorfosea, 
alcanza el justo equilibrio consigo y nuestros semejantes.

Del libro del autor: Vanitas, 2021 


Adriano de San Martín 
San Carlos, Costa Rica 

Quiero vivir como fluye el río, llevado por la sorpresa de su propio cauce. 
John O’Donohue

César José Tamborini Duca

El regreso 
Estilo 

Si habré desandado leguas 
en un caballo barcino 
galopándolo con tino 
para evitar que se aplaste
antes de encontrar aguadas 
o el ranchito de la amada. 

Trajinando ese camino 
en el regreso a la tierra 
cruzando pampas y sierra 
hasta llegar a destino. 

Recorriendo mil senderos 
enclavado en las entrañas 
porfiando cada mañana 
en superar los esteros. 

En la Pampa el caldenal 
fue aproximando al regreso 
a esos pueblos que el progreso 
despojó del arenal. 

Y el son de la tierra amada 
que hace gemir a la prima
de la guitarra argentina 
me recibe en la alborada. 


El paisano y su guitarra 
Milonga surera 

No soy hombre que me encojo 
a la primera versiada, 
no me escuendo y abran cancha 
que si quiero hacer pata ancha
den por segura patriada 
que con la viola, en la cancha 
presentirán que me enojo. 

Voy con manos desatadas, 
Y aunque si llueve me mojo 
sólo me cubren frazadas 
que la china, con hilacha, 
me las tejió pa’ su antojo. 

Pero si el sol me calienta 
tras la nube, despejando, 
viendo llorar la llanura 
con el rocío, festejando 
en el trigal, su bravura,
el guitarrear ya me tienta. 

Y si a cantar me convida 
sea quien sea en la ocasión 
vaya sabiendo, si envida, 
pues con guitarra retruco: 
que pa’ versear “relación” 
le respondo “flor y truco”. 

A esta milonga doy fin 
punteando con la bordona 
el que tenga oído que oiga 
cómo se queja llorona 
la cuarta, y después me diga 
si se escuchó hasta el confín. 


Escuela Nº 35 de Lonquimay (La Pampa) 
Los años de mi ausencia 
Soneto 

Por arenosas calles caminando 
con seis años, la mano en los bolsillos, 
haciendo equilibrio en los bordillos, 
esquivando los charcos y silbando. 

Con mi querida Escuela estoy soñando 
y de los años de niñez me maravillo 
hoy ausente, me acuerdo de chiquillo 
y lamento no estar allí jugando. 

Memorias del ayer, los consumidos 
cuarenta y ocho años de mi vida 
que en ausencia del pueblo están vividos. 

Sesenta, más los seis que ya tenía, 
evocando esa Escuela tan querida. 
Les confieso: esta ausencia, la temía. 

24 de mayo de 2009 
Nota del autor: (…) Soneto dedicado al Centenario de la Escuela de mi pueblo, donde cursé la primaria y que tantos recuerdos maravillosos traen a mi mente. Enviado a la Comisión organizadora con el texto siguiente: ‘Desde León (España) sitio de acogida de muchos inmigrantes argentinos (…) quiero sentirme partícipe del festejo, uno más entre ustedes. Porque hoy (…) sentiré que estamos juntos en las letras de este soneto que les envío’. 


César José Tamborini Duca 
Lonquimay, La Pampa, Argentina 

Nuestra grandeza reside no tanto en hacer un mundo mejor, sino en hacernos mejores a nosotros mismos.
Mahatma Gandhi

Haidé Daiban

Memorias de la tierra 

La tierra se mueve, 
la tierra protesta, 
estalla en recuerdos 
sellados por años 
en cuerpos y almas, 
cuerpos mutilados 
guardando sus penas. 

No hay piedra bendita 
hay rezo, hay llanto 
que hondo se queja, 
pide utopías, 
justicia severa 
para aquellas manos 
tan llenas de sangre 
de los victimarios 
de sonrisa eterna. 

La tierra se abre 
ofrece la roca, 
ofrenda de ofrendas, 
por cada alma trunca, 
desgarrados cuerpos 
yacientes, sin nombres,
trascienden lo oculto, 
son simiente alerta, 
dolor del pasado 
y sombrío futuro

si impera la inercia… 


Prometeo 

Todos alguna vez deseamos 
robar el fuego al cielo, 
la luz a los ojos, 
el rayo a la tormenta, 
y forjar el Golem. 
Robar también 
al vientre de la madre 
la dicha de ser fértil. 
Robar al Amor 
la dicha del encuentro. 
Alguna vez moldeamos barro, 
      y somos los dioses.
Pero como un suspiro 
se escabulle de nuestro arte 
el aliento de la vida. 
Alguna vez el Golem, 
      como un buitre, 
devorará nuestras entrañas. 
Y clamaremos perdón. 
Y nos será concedido. 
Quizá ese día comencemos 
nuestro verdadero trabajo. 


Mi sombra y yo 

Mi sombra me asombra,
mi fiel compañera, 
dragón que me asusta 
en noches de vela, 
persigue y persigue 
sin darme ya tregua. 
¿Será por las malas?, 
¿será por las buenas? 

Soy yo y mi sombra 
de sol calcinada, 
quedó recortada 
pequeña y tan negra 
y en tardes azules, 
larga y quijotesca. 
No sé si perderla, 
mi oscura conciencia. 

Presencia que dice 
mi yerro y mi pena. 
Mas si la perdiera, 
desnuda y partida, 
yo sería sombra 
de mi propia sombra 
y en la arena hundida, 
ni sombra ni pena. 

Aún cargo en mis hombros 
nostalgia de sombra, 
no me siento entera 
si ella no siguiera 
mis pasos, mi vida, 
mi corta carrera. 
Y yo seré nadie 
cuando no la tenga. 


Haidé Daiban 
Buenos Aires, Argentina

No dejemos de creer que las palabras y la poesía pueden cambiar el mundo. 
Walt Whitman

Annabella Rinaldi

Donde muere la luna

Abrir los ojos en la mañana, sin saber dónde se está, sin saber qué hora es, sin siquiera ver si ya los rayos del sol se filtran por las ventanas. 
Levantarse sin temor al sabor de la boca, al gris de las ojeras, porque se sabe que de todos modos siempre hay alguien que lo acepta. 
Despreocuparse por armar la cama, porque tal vez ni siquiera se durmió sobre ella. 
El café siempre esperando, si es café y con leche, mejor… celebrando. 
Abrir la heladera y que no haya nada, o las sobras de la noche anterior tiradas en la mesada. 
Y viendo que no ha sido limpiada, y aun así, haber podido dormir… 
Recostarse en la reposera de la terraza, con sol u oculto él, qué más da, si el sol siempre está. 
Y sin ocuparse por las manchas en la piel. 
Respirar, sólo respirar. 
Leer… ¡Cómo complace leer! ¿Quién fue capaz de escribir tamaña grandiosidad? 
Preguntarse. 
Salir a la calle sin corpiño, aunque las tetas se acerquen a la cintura. Y descalza. ¡Qué lindo! Descalza, sintiendo que hay algo que sostiene. 
Caminar hacia el río, ¡si está aquí, a tres cuadras! Y no lo sabía. 
Sentarse a contemplar el agua que fluye y dejar que acompase a los pensamientos. 
No atender el teléfono, ni siquiera mirarlo. Hacer la prueba de dejarlo apagado, una hora, unas horas, un día, una vida. 
Si al final, lo malo correrá enseguida. 
Y mucho más rápido que lo bueno… 
Sacarse la obligación de las actividades diarias para mantener la forma. Si al fin y al cabo, la forma es lo que menos importa. 
Reírse de lo que otros se lamentan y llorar cuando no aman. ¡Eso! Es lo peor que puede pasar. ¡Sentir que no aman! 
Aunque sepa que siempre está el Todo que acompaña. 
Emprender la aventura de pasar un tiempo en una comunidad hippie. En la que se haga una fogata cada noche. ¡Eso fue siempre una intriga! 
O dedicar todo el tiempo a ayudar a los que más necesiten, sin que nadie lo sepa. 
Terminar el día en un bar. Bebiendo con amigos. Subiendo al escenario aun cuando los músicos se hayan ido y cantar… cantar lo que salga… sin importar el valor que le den los otros. 
Y donde muere la luna, dejarse llevar… por él hasta la casa. 
Y amanecer con él al lado, aun sin saber cómo se llama… 

…”despertar al nuevo día, 
juntos, riendo, despeinados”. 
Julio Cortázar 
“Después de las fiestas” 

Annabella Rinaldi 
Neuquén Capital, Patagonia, Argentina

Nuestros miedos no detienen a la muerte, sino a la vida. 
Elisabeth Kübler-Ross

Anabel Vera Suárez

Tarde II 

Cae la tarde. Todas las aves 
están dispuestas a darme voces 
Y voy corriendo a juntarlas 
en el verso fácil. 
En la lentitud de los pasos, ya cansados 
que tienen la gracia de hacernos esperar, 
en la suavidad de la caricia 
en la infancia sin percibir el peligro. 
Aquí están las voces de aves 
Aquí estamos tarde todos juntos esperando. 


Mujeres con cascabeles 

Los cascabeles del pleito se meten en las habitaciones 
Donde cansadas las mujeres han dejado 
parte de su vida. 
Cada una vive su edad como un viaje 
Un beso de despedida en las manos 
de sus familias, el armario cansado de tener 
los mismos vestidos. Cansada, 
la misma receta de cocina 
se queda sin ser devorada por los niños. 
Aquí están ahora en la oficina 
los que saben y dejan su regalo al viento. 
Hay un árbol de cascabeles más allá del parque 
Y las mujeres se escapan a danzar 
Algunos las critican, otros se divierten 
Los cascabeles suenan en las suelas de los zapatos 
Pero los hombres no los escuchan. 
Los gorriones se protegen en los alambres 
Nadie deja ver sus bocas y las palabras 
se escuchan como un chirriado seco 
en los ojos de cada cual 
Escucho ladrar un solo perro, 
un solo perro se burla de los humanos 
nosotros, estamos como otras familias 
esperando pase la tormenta. 


Querubines 

Los querubines existen, los he visto en las escuelas. 
En el colibrí que está en tus manos, en la fortaleza 
de aguantar los golpes, en el gemido dulce de la cierva
cuando da a luz entre los montes. 
En el cerezo, preñado de bejucos y frutos escondidos. 
Existe cada día en la niña amparada por la brisa 
de la mañana. En mi patria y los héroes de las lomas. 
Existe cuando hacemos el amor y el beso para después. 


Revisión del cuerpo 

Revisaremos el cuerpo hoy y si está enfermo 
Le daremos miel a la tos nerviosa,
risas a los labios arrugados. 
Le daremos forma a lo que se ha perdido 
mientras alguien prepara nuestra cama. 
Delante de mí el joven de piel alba 
Las piernas como gajos de cedro nuevo 
Busca la fuerza en la luz 
Inventa provocaciones con su espalda desnuda 
Hace que se mueva mi cuerpo como tórtola
en hierba seca 
Es joven pero no tiene locuras y son mías ahora. 
Es sordo para la música, aunque le doy 
la canción perfecta donde 
se encuentra la razón imperfecta. 
Sus manos me atraen, mi cuerpo sigue nervioso. 
El joven tiene el arado y la tierra en ellas 
Mientras, su pecho explota en mis pupilas. 
Se detiene bajo el sol de agosto 
no sé quién es, pero lo he visto hoy 
y vendré mañana a verlo, sin revisarme el cuerpo. 


Textos del último poemario de la autora: Amar de un grito 

Anabel Vera Suárez 
Fomento, Cuba

El gran desafío de nuestro tiempo es llevar a cabo una revolución del corazón; revolución que debe comenzar en cada uno de nosotros. 
Dorothy Day

Ricardo Ponce Castillo

Gracias Amor 

Te doy gracias Amor 
por las miradas y caricias 
que mantuvieron 
a mi corazón palpitante,
siempre pleno de vida. 

La risa y el canto, 
la danza y mis sueños 
buscaron siempre ansiosos 
el sendero para llegar a ti. 

La amistad, 
siempre vestida de primavera, 
radiante como la luna, 
plena de la fuerza 
que nos regala el padre Sol, 
alumbró siempre el sendero 
para llegar a ti. 

Gracias Amor 
por las caricias, 
por los besos, 
por los días y las noches 
que viví envuelto 
en tus sueños,
en tu piel.

¡Gracias Amor! 


Amada mía 
A mi Esposa 

Ya lo sé, amada mía, 
perdóname, 
sólo es la etapa 
que nos corresponde vivir, 
la tolerancia, 
qué le vamos a hacer; 
para vivir 
tenemos que aumentar 
la paciencia, 
tanta que la vida 
se aburra de llenarnos 
con sus diabólicas pruebas. 

Nosotros lo sabemos, 
para superar esta etapa 
tenemos que amarnos mucho más, 
tanto que las discusiones, 
las enfermedades 
y los problemas familiares 
sean sólo guijarros 
que de un puntapié
quitemos del camino. 

Amada mía, por siempre, 
ven, toma mi mano 
y sigamos luchando, 
mira que la vida continúa. 


Pobres 

Es una enfermedad, dicen 
muchos, personas que ganan 
tantos millones, recibir más 
millones en negocios paralelos
a su trabajo, recibir más 
millones en coimas y sobornos, 
aumentarse la dieta, recibir 
sueldos y jubilaciones, tantas 
que, para ocultarlas abren 
cuentas en bancos extranjeros, 
¿para qué? 

Para burlarse de los jubilados,
de los cesantes, de los que buscan 
su sustento con grandes esfuerzos, 
muchas veces hasta tienen que luchar 
con las fuerzas del orden 
como los comerciantes ambulantes,
¿para qué?, ¿para aumentar la 
delincuencia? 

¿Dónde quedó nuestra conciencia?
¿el honor?, ¿la justicia? 
¿El amor a Dios? 

Sí, realmente es una enfermedad, 
pero no del cuerpo, sino del espíritu, 
que se ha convertido en piedra, 
o sea, en nada. Pobres. 


Ricardo Ponce Castillo 
Coquimbo, Chile

Donde no hay amor, pon amor y obtendrás amor.
Juan de la Cruz

Alicia Balista

Unas manos 

        Dedicado a mi abuela Bibi 

Detrás de la vidriera de la vida 
llega a mí un bello recuerdo 

una imagen muy querida 
muchas veces añorada 

-una figura    un rostro unas manos- 

cierro mis ojos 
    hago un largo viaje 
    profundo hasta los recuerdos 
                               de mi alma 

visualizo unas manos 
callosas por trabajo duro   parejo 
-cortos dedos    palma ancha    uñas cortas- 

manos que se mueven 
     como vuelo de palomas blancas 

acarician mi cabello    mi cara de niña 
     como un peine de plumas de cristal 

manos que buscan un abrazo cálido 
        sentir una risa cantarina 
       -la alegría de cada día- 

hoy te evoco 
        abuela añorada 

en esas manos rugosas 
        rodeada de blancos gansos 

que te avisan 
        mi llegada cada verano 


Sombrero ave 

El vuelo nocturno 
   del sombrero ausente de color 
   por múltiples agujeros de cegadora luz 
      planea como un cóndor 
      alas extendidas plenas de libertad 

           y ambos 
                - sombrero    ave - 

 se pierden    se confunden 
    en un punto
                -oscuro      infinito-

donde la hoguera de la tarde 
            apaga su última chispa 


Ante mí 

“La sonrisa iluminada no se había apagado en
la noche de las raíces” 
J. L. Ortiz 

Mi corazón cada amanecer 
               espera     una carta 

hilera de palabras reveladas 
ante iluminada sonrisa 
encontrar la magia del tiempo 
       -esa misma- 

la visión desorienta 
   paraliza la memoria 
      estremece el alma 

fantasmal imagen de años
se refleja ante cristal misterioso

labrados rayos fugaces 
susurran en la noche de raíces 
           -sola    siempre sola- 

mi voz detenida 
   sobre tibio aroma de jazmines 
titila blanca esfera 
   sobre almohada somnolienta 

ardientes labios danzan 
   cuerpo que reposa 
      tempestad de latidos 
             -nunca más sola- 

ante mí 
 soy    yo misma 
        -locura misterio anhelo- 


Poemas tomados del blog de la autora 

Alicia Balista 
Villa Adelina, Buenos Aires, Argentina 

La serenidad no consiste en estar a salvo de la tormenta, sino en encontrar la paz en medio de ella. 
Tomás de Kempis

Virginia Amado

Campana al viento 

Mi amada ciudad y su estación de trenes 
en la zona sur, por la avenida que va a la ruta. 
Simple, sencilla, a orillas de los rieles, 
y la arboleda que circunda en los variados verdes. 
Recuerdos de un tiempo azul y pueblerino 
con madrugadas de ansiosas esperas, 
con somnolientos lunes en las partidas 
y los dulces viernes de regreso. 
Me gusta su campana alta y sonora 
que lleva sentimientos y acompaña. 
Vieja, empolvada, vibrante, eterna, 
comunicando mensajes de aviso, plegaria… 
¿Qué me deparará este viaje? 
Una campana que despierta miedos, anhelo,
incertidumbre en sus claros tañidos. 
Un tren que se aproxima lento, más lento 
y se detiene en ascensos y descensos presurosos. 
La gente murmura, carga equipajes y la campana allí. 
Hierros la sostienen y ella determina los horarios 
fiel, constante, olvidada en tradiciones. 
Repiquetea mientras mi corazón la sostiene; 
cadena y badajo a la par, y sus paredes suenan… 
Un jefe la golpea y ella anuncia que el viaje sigue.
¡Campana de mi estación, del lugar de mis raíces 
me regalaste dos alas, para volar mi destino! 


A Poldy Bird
(Paradigma de sensibles y románticos) 

Llega de lejos un perfume de heliotropos, 
y viene corriendo la adolescencia; 
la mirada vuelve hacia el sol 
y trae unas flores de morado oscuro. 
Ramillete de dulzonas vainillas 
en la frescura de mañanas de estío, 
fragante color por la tarde, 
en citas bajo azul de cielo. 
Hay letras que arman historias 
de aquellas mariposas encerradas en mí. 
Algo puro y blanco en el alma 
que nunca termina de irse, 
durará acaso lo que dure el mundo.
Hoy extraño la ternura de los cuentos, 
río y lloro entre unas páginas amarillas; 
sin embargo, ha pasado tanto tiempo… 
No hay cartas debajo de la almohada 
y es así…muy largo el olvido. 
Desde la noche de los tiempos 
se renueva la magia y la emoción.
¿Será que nosotros los de entonces, 
ya no somos los mismos? 
Mis ojos no tienen rimmel, corazón con llave, 
entre las hojas ásperas y los suaves pétalos. 
Hoy, cuando las palabras brillan 
para encender alguna estrella, 
necesito cerca las delicadas notas 
de aquellos heliotropos de Poldy. 


Buena fortuna 

A la vera de un camino 
pedregoso y polvoriento, 
con cuestas que cuestan horas 
de trepar los pensamientos… 
A la sombra de dos robles 
de manos nobles y buenas 
que se alzan hasta el cielo 
soñando las lunas nuevas, 
hallé un trébol primoroso 
verde y radiante de fresco… 
Con cuatro hojas unidas 
como abrazando los tiempos. 
Amor era una de ellas 
Y pensé en mi Fran sonriendo. 
La fe es mi Manuelita 
princesa que mira bello. 
Hay suerte en Fermín andando 
caricia de ojitos buenos. 
Y el retoño en la esperanza 
con la llegada de Pedro. 
Regalando sus canciones 
Y fragancia a caramelo, 
ténganme cerca un ratito 
y caminen mis adentros. 
Hay un alma sorprendida 
de que la vida regale 
aquello que la Luz trajo 
de noche y por la mañana. 
Y en manojo de hojas verdes 
y luciérnagas doradas… 
Para sentir que de pronto 
Su corazón no naufraga. 


Virginia Amado
La Plata, Buenos Aires, Argentina

La fe es la fuerza de la vida. Si una persona vive, es porque cree en algo. 
León Tolstoi

Gladis Ataide

Estaciones 

  Amarillean las hojas de los árboles en este otoño que tardó en llegar. Me traen reminiscencias de otros otoños con las veredas crujientes, doradas, cuando los fresnos se iban quedando desnudos, con los brazos negruzcos, cenicientos, tristes…Los recuerdos atrapados en las grietas de las cortezas. Como dijo Clarice, “una reunión de todos los colores amansados”
  Recuerdo el poema que escribí ese otoño: 
     SÁNSCRITO 
     Abrazo la siesta de otoño. 
     Viento norte. 
         Oro sobre mí. 
     Arrastro los pies 
     en la sonoridad sepia
     bordeada de jazmines azules. 
     Me siento vacía, 
     con el significado sánscrito 
           de viuda, 
     -adentro el paisaje de la nada- 
     Busco ausencias, 
     sueños perdidos 
       que huyen
         en el humo 
           de las hojas 
             quemadas… 
  Fuimos el mismo intervalo, vos con tus minutos y yo con mis segundos. Hicimos horas que parieron días. Fuimos un par de espejismos sin rumbo; vos esculpías las imágenes, yo las pincelaba con piedra y barro. 
  Mientras el atardecer era una quimera, la noche sombría extendía sus alas. 
  Creamos un mundo fuera de los mundos, lejos de los hijos de la ira, vos con tu coraje, y yo con mis otoños y mis miedos sujetos a mi orilla. Mientras me abrigabas con el calor del frío, yo te tapaba con la hoja caída. Estaba en vos como alondra dormida.
  Manos centenarias acunaron nuestras horas y las indómitas estaciones durmieron. 
  Y así seguimos, vos atrapándome en el opalino despertar de tus días, y yo guareciéndote en el crujir de mi paso… 


Gladis Ataide
Balnearia, Córdoba, Argentina


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Lo que alguna vez disfrutamos, nunca lo perdemos. Todo lo que hemos amado profundamente se convierte en parte de nosotros mismos.
Helen Keller

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