la lluvia
viste al jardín
de jirones suntuosos.
Las hojas se ciñen joyas feroces.
Cada flor,
perdida de sí,
deviene una ausencia
que se desvanece en el aire.
* * *
Me oculta que ciertas áreas del jardín
sólo cobran sentido por la noche.
Sabe que,
a ciertas horas,
se arrojaría sin titubeos a los rosales,
que tienen la prerrogativa intemporal
de ser las perfumadas velas de los senderos.
* * *
Un día,
el fantasma se cansó
de los signos. No más
golpes, temblores
ni finísimos
estallidos de un aire
delicadamente helado.
Se sentó a la mesa
e inició el cuento
sobre la eternidad, relegándome,
sin límites, a la escucha.
* * *
Escribo sin pausa,
renglón tras renglón,
el nombre de la forma
fetichizada del mal.
Y como un
mantra lo repito
en susurros,
como si,
en la reiteración, en
permanecer
expuesto a sus emblemas, anulara
sus efectos, desanudara
el miedo. Trucos, para que
esa palabra nunca me lastime.
* * *
Acordamos bajo el sol los gestos tutoriales
para esta casa débil,
tambaleante, que abandono
con guardianes que se resisten a serlo.
* * *
Una pausa prudencial,
un grito sin testigos
y al fin
el fluir sin
límites
hasta alcanzar colores
asombrosos.
¿Cuestión de persistencia?
Poemas del libro del autor: Espejo jardín, 2010
Marcelo Valenti
Rosario, Santa Fe, Argentina
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