Día de verano
-Voy sacando el coche.
-Bájate algo.
-Ahora.
-Siempre ahora.
-No tardes.
Marisa recogió la nevera con el postre que había preparado su marido. A su suegra le encantaba el flan de huevo que hacía su “nene”. A ella le daba asco. Ya tenía la esterilla de la playa, las toallas y los potingues para el sol. No podía faltar el aftersun, o como se escriba… las chanclas, las putas chanclas para no clavarse los pedruscos de la mierda del campo. “La casita de campo”, decía su suegra. Una finca con una casa hecha de retazos, una balsa de riego y millones de moscas. Ella le llamaba “Villa Flay”.
-Ringo. Ven. -Y apareció el chucho. Un perro mestizo que su marido decía “de pura raza estrit dog”. Bastante viejo. Cada flatulencia del animal destrozaba el olfato. Y si lo soltaba en el coche…
Parecía un estibador cuando salió del ascensor con el perro y todos los trastos.
Por fin llegó a la salida del garaje. Dejó las cosas en el suelo y el perro empezó a ladrar. Quizá esperaba que saliera su dueño.
Pasaron diez minutos sin que apareciera. Diez minutos interminables a pleno sol. Le llamó al móvil y le saltó la vocecita con “…no se encuentra disponible…”. Recordó que dentro no había cobertura. El sol estaba alto y hacía muchísimo calor. Una mosca se le posó en la nariz y la espantó de un manotazo. El perro, aburrido soltó una meada olorosa a sus pies.
Cuando llevaba media hora de espera, sin poder moverse, ya harta de la situación, se colgó el bolso con su toalla, ató el perro a la nevera, paró un taxi y se fue a la playa.
-Otro día iremos a ver a tu madre, querido -le dijo sin palabras mientras el perro ladraba con furia al quedarse solo y ella apagaba el móvil.
Manuel Serrano
Valencia, España
En tiempos de comunicación, es evidente la buena comunicación.Y él, tuvo al fin un infarto o...'
ResponderEliminarHaidé:
EliminarMuchas gracias por tu lectura.
Mi abrazo y mis mejores deseos