Persiguiendo la sombra de Galeano, aunque debería decir su estela luminosa, se me ocurre plagiarlo un poquito, desde otro lugar. Este otro Eduardo recorta un trocito de su poema “La noche” y lo pone bajo la lupa de un amor no correspondido:
Jueves 13 de octubre: No consigo dormir. Creo que finalmente me he enamorado. Hasta ahora, a mis cuarenta y ocho años no me había pasado. Pero desde que la vi, la tengo atravesada entre los párpados y no sé si es peor estar en este estado de desequilibrio extremo o sentir que hay un objeto extraño en medio de mis ojos.
Me puse colirio y unas rodajas de pepino que según mi madre los desinflaman. Pero siento calor, estremecimientos, mareo, agotamiento, olvidos, inapetencia y desazón. Todas experiencias terribles pero sin duda la peor de todas es la visión borrosa, la picazón y el lagrimeo constante. ¿Será amor o conjuntivitis?
Viernes 14 de octubre: Hoy me desperté con la respiración sobresaltada. Una garra cerrándome la garganta. Me senté en el lecho entre estertores intentando pedirle ayuda al Universo. Traté de tomar agua pero era imposible, esa mujer ahora, se había atravesado en mi garganta. Solamente unas gárgaras de linaza lograron que a media tarde, pudiera rogarle que me dejara en paz.
Sábado 15 de octubre: Finalmente nos citamos en el banco que mira a oriente en la placita. Yo llegué temprano. Tempranísimo. Hasta que se fue haciendo tarde. Tardísimo. Me sentía feliz. Con fantasías. Le decía en mi ensueño que me arrancara la vida, las dudas y las ropas. Que me hiciera suyo como yo la había sentido mía bajo mis párpados y mis sábanas. Pero ella, no vino.
Domingo 16 de octubre: No contestó mis mensajes, ni mis dieciocho llamadas. He pensado que algo le ha pasado. El agua de mi remanso la ha traído a la orilla de mi desolación. Al abismo de mi dolor. No sé dónde vive, de saberlo, recorrería el mundo solamente para que me mirara.
Lunes 17 de octubre: Me despertó el teléfono y aún antes de atenderlo sabía que su voz me abrazaría desde lejos. Me libro de su abrazo telefónico y la saludo sin reproches.
Ella se ubica perezosa debajo de mi piyama junto a mi pecho y comienza a disculparse y a decirme que me extraña, pero no me extraña que aparezca -sin saber cómo- parado en medio de la calle, sólo pensando en verla.
Martes 18 de octubre: La noche se va adueñando de mi vida y hace un abismo de mi soledad. Acabo de verla. Bajo un cielo estrellado con una luna finita como la firma de Dios. Ella me estaba esperando sentada en el banco que apunta al oriente, en una esquina de la placita. Ninguno de los dos habló. Ella no quiso. Yo no pude.
Miércoles 19 de octubre: Hoy me desperté pensando en esa luna delgadita de anoche. Testigo y rúbrica de nuestro encuentro silencioso. Silente luna que hoy tendrá dos noches. Testigo y rúbrica de que yo, no tendré ninguna.
Nor Losada
La Plata, Buenos Aires, Argentina
Hete aquí un reflejo de la esperanza que se va adelgazando en un melancólico 'diario íntimo'.
ResponderEliminarAgradezco tus conceptos, Lina
EliminarMi abrazo
Analía