viernes, 29 de noviembre de 2013

Ada Inés Lerner

-Ituzaingó, Buenos Aires, Argentina-


Las cartas olvidadas

Mary atraviesa la placita con paso desparejo y torpe mientras atisba el futuro de costado como una yegua compadrita. Los pibes, bandada de regreso que abandonan con esfuerzo el potrero y la redonda, la observan desconcertados, como quien busca respuesta en un reloj detenido en otro tiempo. 
Las agitaciones y tormentas de una empleada postal como Mary pertenecen al pasado reciente, quizás por eso gruñe un reclamo desafinado por ese pueblo indolente. Ya en la estafeta, levanta la cortina enmohecida y la reciben afablemente el vaho, la humedad, y las hilachas de aquellas cartas que nadie leerá. 
A Mary la satisface esa melodía repetida a través del tiempo, y todas las mañanas, ella insiste en danzar al compás de un acorde quejoso:
- ¿Qué será de mí si nadie espera una carta? Una carta es una visita inesperada, que uno puede besar, acariciar o evocar. Ahora todos están con ese correo electrónico, superficial y rápido.
   Alguna vez, un repartidor postal se acercó a Mary pero por culpa del destino, tan insalvable como imprevisto, lo dejó ir: es que ella fue incapaz de comprender que ese cartero, tercero involuntario, ya no cargaba de su hombro el útero desierto con las cartas que muchos dejaron abortar en la madrugada. 
Porque del buzón vacío nace una canción desafinada, Mary baja la cortina mientras entona la última oración…


Prueba de amor

Muy amada Amanda: esperando te encuentres bien, yo me encuentro triste y solitario en este planeta de nombre difícil. No hallo las supremas palabras para expresarte el desvelo que me embarga voz de alondra, nacarada piel, mejillas aterciopeladas cuales pétalos de una rosa, dientes de perlas, preclara inteligencia y excelsa bondad, los sueños hacen la felicidad y espero que conserves la fe para cuando me dejen volver, estamos haciendo una carretera pero no llega hasta nuestro nido en el que pronto estaremos juntos y podremos amarnos y aunque el fin no justifique los miedos, nuestra juventud que es la semilla nueva del mañana encontrará esa felicidad cuando ocurran nuestras próximas nupcias. Dicen estos que me abdujeron porque necesitan albañiles pero si vos querés te abducen y por tu sincera humildad y tu belleza inconmensurable y esplendorosa, me atrevería a solicitarte, suplicarte, pedirte esta prueba de amor, tu Negro Salvador


Una decisión difícil

Hoy Felipe, exultante, salió del casino y pasó por mi estudio ¡había ganado! y me invitó a cenar en su casa. Apenas entramos se desató la tragedia.
Anoche, luego que cada uno cerró su negocio, acompañé a mi amigo Felipe al casino del Barrio de Montecarlo y así supe que, a veces, cenaba afuera y luego cruzaba la calle hasta la plaza de enfrente, daba tres o cuatro vueltas alrededor y después se iba a su casa, que está a una hora de automóvil.
Sé que debo pero no puedo dejar de mirar la mano de Felipe agarrotada sobre una culata y tampoco me decido a huir, cómo hizo el amante de su mujer. Ahora me dejo caer en el sillón. No, no puedo reaccionar, ni siquiera atino a llamar a la ambulancia porque frente a mí, Felipe dispara sobre su pecho, y se queda mirándome fijamente con los ojos grandes, como nunca lo he visto porque Felipe, para disimular su miopía, suele entornar los párpados hasta achicar notablemente los ojos y ahora los tiene muy abiertos y fijos, fijos en el techo. 


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Educar la mente sin educar el corazón, no es educar en absoluto.
Aristóteles
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