Un misterioso
porqué de las cosas
me llevó allí.
Hoy,
de bien adentro,
he vuelto bañada de mangle,
sumergida de selva.
Verdes nuevos me brotan
sin fronteras.
Traigo luz de misterios
en los ojos,
bramidos retumbando
en cavidades antiguas,
catedrales de sal
sobre mis pechos.
En la espesura,
bien adentro,
encontré el mestizo de ojos grises.
Toqué el ala de la vida
y me bañé de musgos olorosos.
En senderos ocultos
descubrí terciopelos
de cuerpos intocados.
Aromas y ambrosías
de pulpas nuevas
me fuerzan a volver
a la lujuria de la noche.
Ahora vuelvo
tejida de cadenas y de algas.
No se entera de mi amor
De tanto amarte duele
el laberinto de mi cuerpo.
Duele lacrada la piel
con el tacto de tus velos
rasgando mis silencios.
Los labios enrojecidos arden
con la succión de tus besos
y no logro abrirlos a la miel
de mis adentros.
Una selva oculta crece
forrando con espesores
los espirales de mis pechos.
Duelen las horas inertes,
cuentagotas de misterios,
sobre el cuerpo que carece,
que se extingue en sus anhelos.
Tu ruta florece incierta
Y el rumor de ruiseñores
canta al viento de la noche
que domina mis desvelos.
Duele este amor que no cabe
en los espacios sagrados
de nuestro cofre de ébano.
Y recorro pasadizos de naranjos
florecida sin consuelo.
Ahhh, cuánto duele este amor
sin que se entere tu cielo.
Sin piel
Apago la hoguera
que precede a mis incendios;
el vientre grita.
Me acerco a la noche con escalofríos,
ardiendo aún con los deseos en flor.
Llevo la maldición de sentirme amada.
Pero no es aquí, ni ahora,
ni eres tú el que comprende mis ardores.
Sólo ese fantasma de otra vida,
cuando con otro cuerpo
alcanzaba el éxtasis
que guardan mis silencios.
Aprisiono voces,
se nublan los sentidos,
rechazo las barreras que doblegan este cuerpo inútil
en esta profundidad mortal.
Un llanto seco hace surcos en mi rostro.
Soy fantasma que suplica tener piel.
Carmen Amaralis Vega Olivencia
Puerto Rico
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