miércoles, 29 de noviembre de 2017

Sergio Pravaz


Romance de río

El río no tiene edad porque su voz
y su memoria son la integridad
de un dios que nada pide;

desde lejos fluye, que es decir siempre,

de cuando otro sol besó su orilla,
árboles como leones, peces que rugían 
como toros y aves que portaban dientes de lagarto.

Sí, desde aquel tiempo escucho 
una voz alta y poderosa para cantar el
profundo misterio de esas aguas,

que llegue al movimiento sonoro
para replicar en el más subterráneo de sus rostros,

arrastra sedimento fluye sangre fluye,
hace vida, luz, camino pluvial,
raspa la panza de unos huesos nuestros
que traga y traga,

y nos deja en ese umbral que no conocieron
nuestros ojos ni el rumor escuchado en el llanto
de los niños cuando se preparan para regresar.

Llega la noche, qué será del río 
piensa el remero que lo surca doblando
las diez mil curvas, una lloradera de sauces
que al pasar lo saludan, integran lágrima y agua.

Brilla así el central nervio, espinazo, sostén, alma,
un último esfuerzo de luchar contra sí mismo,
siempre, solo, único.


Paquidermos ellos

Noble el elefante transita su huella
sin otro apuro que el hábito heredado de los tiempos
en que el hielo cubría la esfera de los sueños más lejanos.

Es una total verdad el estigma que recorre su lomo
buscando el pelo original de su sabiduría,

esa que levantó una voz capaz de quebrar
el cielo y el mismo recuerdo más antiguo del cielo,

roe nuestro corazón cuando avistamos
esas montañas que hunden su displicencia por los llanos.

Yo presumo que esos seres huelen el vestigio del surco
como el ocaso del arbusto y la memoria de la hierba silvestre.

Saben dónde morir cuando es el tiempo de las
bocanadas silenciosas que la lluvia no entrega.

Su alianza más perfecta es una memoria
que se enciende y los lleva al lugar donde el sol
ha cedido su última copla.

Paquidermos ellos,
saben la ecuación de las nieblas extintas
allí donde sucumbe toda posibilidad para una redención.

Ellos van, máximos, enteros de olfato, 
limpios de instinto, masivos como entes masivos,

marchan al encuentro del único predador, el más remoto
dueño de los filos y el cansancio, aquél que rasga la costra
más hermosa de la confianza,

ese que monta la guardia fiel, la celada,
para que el porte vital, el ánimo, sea polvo y olvido una madrugada.


*  *  *

Un pueblo luminoso* 

Cuando las tragedias golpean en el exacto corazón del pueblo a lo largo y a su ancho, y ese oscuro acto se repite bajo la forma de un artero golpe de la naturaleza, hay un conjunto de gentes que se caen y se levantan nuevamente, aturdidas pero sin dudar y muy dispuestas a ofrecer sus brazos generosos, su solidaridad y su entrega sin par. Eso sólo puede significar una cosa: que la luz y la energía del universo que todo lo sostiene desde el principio de los tiempos habita en el alma de México. El ser mexicano involucra un tipo de valor que no se sufraga en la habitualidad y en lo ordinario de los patrones de medidas conocidos. Es allí donde reluce su temperamento excepcional que lo distingue por su nobleza y una singularidad que estalla hasta multiplicarse más que las estrellas cuando el dolor perfora sin piedad. Ese es un pueblo admirable y a mí me honra que su luz alcance para contagiar estas apuradas palabras que hoy le rinden tributo. México en su belleza y en su inocencia entrecierra los ojos, tensa sus músculos y arremete sin pausas masticando como un moderno mantra esas líneas anónimas de aquel proverbio ruso que dice: “Reza pero no dejes de remar hacia la orilla”.
Adelante pueblo hermano!!! Fuerza. Hay un continente que te apoya y espera tu regreso.

*Este texto nació como un aporte solidario a la tragedia de México, en septiembre pasado


Sergio Pravaz
Playa Unión, Rawson, Chubut, Argentina

2 comentarios:

  1. México tiene un pueblo invencible, lo ha demostrado. América Latina se une en fervoroso saludo por México. Es México un pueblo como río caudaloso que siempre llegará al mar para renovar su fuerza.

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