sábado, 28 de mayo de 2016

Norma Dus


Un amigo no se olvida

I

El timbre de la moderna escuela anunciaba el intermedio. En los recreos, Ignacio aprovechaba para leer sus poesías a Matías, quien complaciente dedicaba los minutos libres entre clase y clase a escuchar. Matías era el amigo que lo comprendía y que lo incitaba a seguir escribiendo. Era el único a quien se animaba a prestarle sus escritos para corregirlos.
Terminó la primaria, y el día de decidirse por el secundario, llegaron al acuerdo de que harían el Bachillerato en Letras; eso les significaba la alegría de continuar compartiendo sus tiempos de estudios y de encuentros literarios.
La costumbre prosiguió, haciendo uso igualmente de los espacios de descanso entre materia y materia. Matías, leal a su “amigo poeta”, como lo llamaba con cariño, tenía siempre su oído dispuesto.
Cada vez que sonaba la señal, los preceptores paseaban en los corredores o en el patio, observando el desplazamiento del alumnado. Así fue como esa tarde, una preceptora vio una atmósfera diferente: un grupo demasiado divertido, extraño para el comportamiento habitual, por lo que su intuición le dijo que algo se tramaba, sin poder definir el propósito. Sólo se descubría complicidad en las miradas.
En ese recreo, cuando Ignacio tomó su cuaderno para iniciar la lectura de lo último de su producción poética, fue bruscamente interrumpido por Matías. Con un gesto casi escandaloso y a viva voz, anunció al resto de los compañeros: —Señores, he aquí Ignacio, el juglar y sus canciones.
Todos rieron con sorna y palmaditas burlonas en los hombros del pudoroso muchachito, quien quedó paralizado, ardiendo en bronca e impotente por la situación. Su amigo lo había traicionado, había roto aquel secreto acuerdo. Poco a poco se hizo un ovillo y, en cuclillas contra la pared, trató de disimular la lágrima que rodaba hacia su uniforme.
Estaban casi al término del último año; los siguientes días de convivencia en el aula se dificultaron; no había perdón; pensó que pronto terminaría el dolor, y la separación que implicaba el futuro universitario haría olvidar tanta desilusión.
Matías se instaló en Córdoba para ingresar en Medicina. Ignacio fue a Buenos Aires para estudiar Psicología. Ya no hubo más comunicación, pero sin embargo lucharía mucho tiempo para comprender la dura broma de su “incondicional amigo”. 

II

Era marzo, y recorriendo algunas librerías en búsqueda de bibliografía específica para su carrera, se detuvo en una muy pequeña para ver el estante Literatura – Poesía. Al rememorar su tiempo adolescente y en un halo de nostalgia y de sueños perdidos, se dedicó a leer título por título. No le alcanzó la aceleración del corazón cuando vio “Un amigo no se olvida”. —¡Éste es el título de uno de mis últimos poemas, que le leí a Matías! ¡Hace tanto tiempo!... pero… —La garganta se le cerró. Tomó el ejemplar para ver el contenido.
Autor: Matías Mejías.
Índice: todos los poemas de Ignacio.
Sí, era él, o aquél… Era su dolor hecho libro. Cayó ahogado, y en el áspero piso de madera se le escurrió la vida.


Cuento del libro Cuando nos quedamos solos

Norma Dus
Poeta de Concepción del Uruguay, Entre Ríos. Reside en San Carlos de Bariloche, Río Negro, Argentina
http://deluruguay.blogspot.com.ar

4 comentarios:

  1. ¡Muchas gracias, Analía! Me pone feliz que hayas elegido algo de mi blog. Seguiremos en contacto. Un abrazo, Norma

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ha sido un gusto incluir el cuento que me enviaste, Norma.
      Cariños, que estés muy bien
      Analía

      Eliminar

Muchas gracias por pasar por aquí.
Deseo hayas disfrutado de los textos y autores que he seleccionado para esta revista literaria digital.
Recibe mis cordiales saludos y mis mejores deseos.
Analía Pascaner