jueves, 9 de octubre de 2014

Amalia Mercedes Abaria

Montegiordano

Subimos por la colina hacia Montegiordano.
Y estamos en silencio.

Subimos por la colina y la lluvia cae
                                      en nuestro pequeño mundo.

Arriba duerme una nostalgia de los que no están,
de los que lloran este rumor,
el triste espacio de la tierra viva,
las infinitas estrellas de un cielo perdido para siempre.

Si fueran campanas o un Ángel,
pero son las cabras, tibias en la montaña sola,
y uno evoca al campesino que lloró hace tiempo
                                      también solo.

Si fuera la muerte la que avanza
o el despiadado silencio que no cesa,
pero es un hombre
buscando algo que fue sangre, algo que fue tiempo,
algo de su corazón perdido.

Y el polvo se levanta alrededor.

Pero ya llegamos, suelo, madre, punto.

Se descubre un poco de muerte, lejana…

Y pensamos en los otros, en los que no están.


A un perro muerto al costado de una ruta

A Alejandro Drewes

Sobre un costado y dócil
lomo, seco de aliento
esfumado en pastos
y lombrices
cede hacia el surco
su sedimento gris.

¡Oh, vida! pulso olvidado,
del cielo cae una brisa
sobre tu quietud lenta
y tus ojos miran
los ojos de la muerte.

Pero mi corazón me
lleva hacia ti
y no quiero ver
el semblante ocre
de alguien sin cruz.

Caminaría
en esta tristeza
buscando en las estrellas
una túnica, una pequeña nube
para tus ojos de pena.

Dejen que duerma,
tranquilo,
entre los cardos y los pastos,
tranquilo, el pequeño
hermano.

Poemas del libro El Musgo y la Calma. Ediciones Botella al Mar, 2013


Al Guernica de Picasso *

Estruendo de dragón, llamas de piedra
astillas de un diluvio oscuro,
sobre dóciles cuerpos,
               sobre el espanto equino.

Hijo, desgarro mis ojos
                mirando en el cielo
esta ceguera negra
             sobre mi sueño frío,
tan azul, azul, azul.

Noche, no busques la mano más tierna


Lloren en el polvo
      huérfanos,
            lloren en el humo.

¿Todo es un instante,
desesperación?
Así, con escombros
hacia una penumbra pálida
y cruel.
              
Y luego, lobos en las pieles,
llanura de una carne
    informe y apagada.

Oh fuego, no busques la mano más tierna


Paloma,
incandescente pluma
Paloma
si alguien tomara tu desgajado cuello
si alguien llorara de verdad
sobre tu cuello roto.

Oh Dios, es mi súplica un árbol seco
que navega por el río donde los muertos
entierran a otros muertos?

Este alud de sangre, basta, basta.

Señor, la mano más tierna
la mano más tierna, no, no,
                                            No

* Este poema obtuvo mención en el concurso Gente de Letras del 2013 


Amalia Mercedes Abaria. Capital Federal, Argentina


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La verdadera felicidad consiste en hacer el bien.
Aristóteles
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2 comentarios:

  1. Muchísimas gracias ANALIA,por tu trabajo y dedicación para la difusión de la poesía. Un gran abrazo! Amalia

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    Respuestas
    1. Gracias por tus palabras elogiosas, querida Amalia. Para mí es un placer publicar tus poemas.
      Un abrazo y mis deseos que tengas días plenos de alegrías
      Analía

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