viernes, 29 de noviembre de 2013

Andrés Bohoslavsky

-Desde algún lugar del mar-


Un genocida flota en el mar

Salgo a cubierta antes de tomar mi turno en la sala de máquinas, observo el mar, quieto como si fuese una tela con la que alguien lo hubiese cubierto, un terciopelo infinito, una broma surrealista en el medio de la nada que rodea a la embarcación, haciendo parecer todo lo que mis ojos alcanzan a ver, una toma cinematográfica rara, muy rara.
Demasiado extraño en esta zona, donde jamás las aguas están calmas, pero hace tiempo que me acostumbré a las cosas extrañas.
Cuando vuelvo sobre mis pasos para bajar a trabajar, un cuerpo pasa flotando al costado del barco y lo que sucede luego, es esto:
Una ballena gigante, rodeada de toninas, me dice: el cuerpo es del genocida que murió hace unos días, ese que salió en los diarios y cuya crueldad era infinita, luego que lo enterraran, la tierra lo vomitó y llegó hasta el océano, así de sencillo.
Le contesto riéndome, que lo lamento por el mar y por los peces. Su respuesta sorprende aún más:
No, el agua lo degradará y bajará en forma de pequeñas partículas, como alimento de los monstruos que habitan en el fondo, sólo ellos, deformes y malvados como nadie aquí, serían capaces de nutrirse con una criatura tan siniestra.

Dicho esto, el mar se encrespa, las olas toman las dimensiones de siempre y la visión se esfuma al instante. Por la noche, en el medio de una tormenta interminable y sin poder hacer andar los motores de este descascarado barco, debatimos sobre la muerte y cuál es el lugar al que vamos cuando fallecemos.
No sé cuál es el lugar, ni si hay tal lugar.
Pero ahora, supongo que los genocidas, los explotadores y los usureros van al fondo del mar.


Explotaciones & otras bellezas
 
En el fondo del vagón, un tipo de cara afilada y barba en el mentón
como un viejo bolche, recitaba estas palabras
para un público que no le prestaba mucha atención
pero era su actuación cotidiana
que alcancé a escuchar al quitarme los auriculares para cambiar las pilas
 
“Los dueños de las fábricas buscaban la manera de bajar sus costos
y aumentar las ganancias, y encontraron en las ideas del ingeniero estadounidense Frederick Taylor una ayuda invalorable.
El método de Taylor consistía en calcular el tiempo promedio para producir
un determinado producto o una parte de él y obligar al obrero a acelerar el ritmo de trabajo asimilándolo a una máquina. 
Esto se lograba a través de tres métodos fundamentales:
a) aislando a cada trabajador del resto de sus compañeros bajo el estricto control del personal directivo de la empresa, que le indicaba qué tenía que hacer y en cuánto tiempo
b) haciendo que cada trabajador produjera una parte del producto, perdiendo la idea de totalidad y automatizando su trabajo
c) pagando distintos salarios a cada obrero de acuerdo con la cantidad de piezas producidas o con su rendimiento laboral. Esto fomentaba la competencia entre los propios compañeros y aceleraba, aun más, los ritmos de producción.
La máquina establecía la intensidad del trabajo y, a su vez, cada obrero requería saber menos, pues para realizar una tarea mecánica y rutinaria (ajustar un tornillo, por ejemplo), lo único que necesitaba saber era obedecer.
De esa forma, el empresario ya no dependía ni de la buena voluntad del trabajador para realizar su tarea eficazmente (la máquina le marcaba el ritmo) ni de sus conocimientos.
El obrero era, según Taylor, un buen "gorila amaestrado" que hacía
lo que otro había pensado y, al mismo tiempo siguiendo el esquema de Adam Smith, producía más
en menos tiempo, pues reducía el costo y aumentaba la ganancia...
 

y así siguió y siguió y siguió hasta llegar el tren a Moscú
donde todos bajamos a nuestro trabajo cotidiano
Ulises (así se llamaba) me alcanzó y me dijo que también escribía poesía
pero prefería recitar la historia
que la consideraba mas fácil de entender
y le reportaba más monedas.


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He puesto mi corazón y mi alma en mi trabajo, y he perdido mi mente en el proceso.
Vincent Van Gogh
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2 comentarios:

  1. Cuentos comprometidos, intensos e hiperrealistas.
    Robert Gurney
    St. Albans, Inglaterra

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    Respuestas
    1. Gracias por tu lectura y tus conceptos, mi querido Bob
      Mi abrazo y mis mejores deseos

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