sábado, 15 de junio de 2013

Elmys García Rodríguez

-Holguín, Cuba-


Esta es una copia de la carta anterior que escribí para Alfonsina

No recibo tus noticias en los periódicos
los últimos libros que me enviaste nunca llegaron
nosotras tenemos un misterio
adoramos esa tristeza de Buenos Aires
como si fuera un hombre
de piernas muy largas
alguna importancia habrá tenido
utilizar un lenguaje diferente al nuestro
desde mis cavilaciones pretendo buscarte
fui torpe al mirar sobre mi frente
la huella de tu mano.

El mundo sigue inmaduro y detenido
la luna caza fantasmas
el viento pesa sobre los techos
balanceando la cabeza de algunos hombres
el rosal mantiene su inquietud
clamando tu regreso
este sábado me levanté temprano
y anduve descalza por toda la casa recordándote.

No hace falta que vengas a buscarme
es muy importante que me escribas
podré enviarte mi nueva dirección.


Con esta lluvia no podré repetirme en los espejos

Llueve y el agua
desborda la casa,
las tejedoras recogen el hilo
los truenos jamás alcanzaron
a los recién nacidos,
los mayores pidieron la palabra
sin otra convicción que la resaca.

Soy la misma que declara
confesiones al predicador
vivo como una golondrina asustada,
se escapan mis manos
detrás de los signos,
esta tristeza es mía
a nadie la pedí prestada.

Se han desprendido
de sus máscaras,
ella nunca descubrió
el rostro que tenían,
ahora el miedo se pegó al corazón
y mis pasos descubren la sombra
de un cuerpo cuando me quedo a oscuras.

Soy la hermana de Caín
toco el arpa para que los filisteos
me dejen en paz,
al menos en estos días
han dejado sus arcos
bien lejos de la casa,
cuando era más joven
todo me parecía creíble.

Sobre el piano duermen
la aguja y los manteles,
diré que la ciudad es mucho más triste
cuando amanece.
Les repito soy la hermana de Caín
y seguiré tocando el arpa
hasta que los filisteos
abandonen para siempre mi casa.


El tiempo se detiene cuando alguien pensó descubrirme

La mujer suicida
se busca en los periódicos
mil voces se unen a su garganta
ahora se dibujan tatuajes en el vientre,
pero el verano no sabe
que son las tres de la tarde
en este domingo 7 de Septiembre
y en lugar de voces escucho gritos.

Nacieron lágrimas
en todos mis rincones
recé un Padrenuestro al levantarme,
un buen día despertaremos
al sonar la Séptima Trompeta
y abriremos los brazos como una blasfemia,
ya no responden los teléfonos,
considero necesario
sacudir el polvo de los muebles
aún conservo diez dedos en mis manos.

No hay vestigio que indique
si anoche jugué con las palomas
nunca diré que has gastado mi rostro
de tanto mirarme,
junto a mí habitan dos hombres,
uno me sorprende, otro me desnuda,
me pesa la lluvia sobre los hombros
has vuelto a mirarme con un ojo tristísimo,
recojo mi sombra de los muebles
cuelgan mis costumbres de la ventana,
no tengo parentesco alguno
con los murciélagos,
a estas horas emprendo mi viaje de regreso,
me ocultaré detrás de tu costilla.

El asunto es que hoy
el tiempo se detiene y me olvido
que pude ser esa mujer suicida
que alguno pensó descubierta.


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Nada será que no haya sido antes. Nada será para no ser mañana. Eternidad son todos los instantes, que mide el grano que el reloj desgrana.
Ramón María Del Valle Inclan

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