domingo, 12 de diciembre de 2010

Jerónimo Castillo

-San Luis, Argentina-

Minotauro

Una indecible saciedad de nada
corroe los perfiles del silencio
y me quema,
con la saña asesina de los tiempos,
la pureza del verbo. Si me atrevo
a levantar en tímida protesta
tan siquiera una mano,
restalla el nervio
enceguecido en sus fibras más siniestras,
bordando delirantes,
depravados,
cardenales de acero.

Emprendo nuevamente el laberinto
y presuntuoso el hilo dejo,
mas la bestia a horcajadas sobre el mismo
llena de ulceraciones el camino del regreso
y me contempla mirando desde adentro,
y ríe por mi cuerpo,
cuando me ve arrastrar, infame y lírico,
por las notas de sórdidos reflejos,
las manos impacientes y medrosas,
los labios hinchados y resecos,
y llega al paroxismo
su magistral versión del unicentro,
en el momento en que confieso
mi pobre humanidad, mi desastroso miedo,
el valor de mi afrenta,
la bestia que me mira desde adentro.

………………Del libro Minotauro, Colección ICCED San Luis 1994


Tu voz me llama

Como el cántaro que tiene
la esperanza de la vida
en cristalina medida
cuando de la fuente viene,
como la miel que contiene
panel en el monte esquivo,
como encendido motivo
que llena de luz la senda,
tu voz se vuelve la prenda
y razón por la que vivo.

Si el silencio me acompaña
en mundano vocerío,
siento tu voz dentro mío
subiéndome por la entraña,
curando el mal que me daña,
dándome la paz y aliento,
y entre tantas cosas siento
llamar muy quedo mi nombre,
haciendo que vibre el hombre
y el niño en el que consiento.

Cuando tu voz se adormece
sobre el pecho recostada,
se vuelve una llamarada
la ternura que acontece.
Sube de tono si crece
tu voz en tenue murmullo,
como si fuera su arrullo
un formidable latido,
forjando un sueño querido
junto a tu piel por capullo.

Si estoy despierto me llama,
y si dormido despierta
mi ensoñación cuando acierta
a ser la voz que me inflama.
Amo el sonido porque ama
con impecable latido,
y en ese mismo sonido
extravío la conciencia
cuando asumo la vivencia
de querer como has querido.

………………Del libro Corazón de Puma, San Luis 1997

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Nacemos para vivir, por eso el capital más importante que tenemos es el tiempo, es tan corto nuestro paso por este planeta que es una pésima idea no gozar cada paso y cada instante, con el favor de una mente que no tiene límites y un corazón que puede amar mucho más de lo que suponemos.
Facundo Cabral

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