miércoles, 24 de marzo de 2010

Viviana Walczak

-La Lucila, Buenos Aires, Argentina-

Edredón

Las dos mujeres intercambiaban breves frases en voz baja. Por momentos, Valeria asentía con la cabeza. Escuchaba con atención, la descripción del próximo viaje que realizaría su amiga mientras observaba sus delicadas facciones.
Susurrante, Eliana, definía al encantador lugar, diciendo:
Allí nunca llueve. No hace frío ni calor. De vez en cuando, el ulular del viento te acompaña, pero ni siquiera te intimida. Descansas, plácida, sobre un mullido edredón de hojas secas. No te preocupes, pues no tengo miedo de ir sola. Estaré muy bien…
El semblante de Eliana, a contraluz, se asemejaba al nostálgico y pálido rostro de la ninfa Cloris de Botticelli. Ante la etérea visión, su compañera, no pudo resistir la tentación de acariciarle, delicadamente, la tersa mejilla.
De improviso el silencio, como una dentellada, se apoderó de la habitación. Luego de unos instantes de perplejidad, Valeria se dirigió hacia la puerta y, desconsolada, dejó entrar al sacerdote.
El cura, solícito, avanzó hasta la cama de Eliana, la bendijo y le cerró los ojos inertes.

…………………………………De La voz del silencio, 2008 - Creadores Argentinos


La hija de La Curcuncha

Un concierto de grillos y chicharras impregna el silencio del mediodía mientras un sapo solitario, armónico, acompaña y salpica la quietud con su áspero lamento.
Corre el arroyo cristalino y parece detenerse, apenas un instante, en una piedra ocupada por una lagartija y sus crías.
Es tiempo de melocotones, de sandías, de fruta madura y verdura de la tierra. Es tiempo de abejas, de libélulas, de sol y de cosechas. El paisaje se tiñe de vivos colores, la atmósfera se perfuma y huele a jazmines. Ya regresará el crudo invierno, con su helada escarcha, a poner su manto de olvido sobre el pueblito taciturno de apenas once casas y una capilla. Las aves huirán en bandadas y las ranas se enterrarán en el fango en pos del ansiado letargo. El cálido viento del verano dejará de acariciar los tejados y partirán los dulces aromas a otras aldeas, dejando al pequeño caserío con las esperanzas dormidas en sus calles polvorientas.
También se marchará la hija de La Curcuncha en busca de nuevos horizontes.
Todos saben que irá a la ciudad a estudiar medicina, como otros años pero que pronto retornará con el ansiado título de “Doctora”, que tanto necesita la comunidad. Lo hará en la época de los melocotones y las sandías, cuando la vida se alegre con el gorjeo de los gorriones y cuando los higos maduros impregnen el aire con su fragancia. Será cuando la vegetación, de nuevo, con renovados bríos, se colme de sonidos y cuando las vistosas barcas de los pescadores se hagan a la mar. Entonces, como tantos otros veranos, volverá con el porte erguido, encaramada sobre sus altos tacones, meneando las caderas al ritmo de su vieja valija repleta de sueños rotos…

…………………………………De Pecados ajenos. Buenos Aires. Ediciones AqL. 2007

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El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas.
William George Ward

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4 comentarios:

  1. Dos textos conmovedores. El primero tuvo un final sorpresivo. El segundo es una estampa de las estaciones y la vida cotidiana de un pueblo. Ambos son muy poéticos. Una autora muy interesante. Saludos Irene Marks

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  2. Muchas gracias querida Irene.
    Una autora interesante y además excelente ser humano.
    Mi abrazo y mi cariño
    Analía

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  3. Irene, agradezco tus cálidos comentarios sobre mis relatos y aprovecho para felicitarte por tu poema Presencias. Tus palabras iluminan aún más la Ciudad Eterna... Viviana Walczak

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  4. Aprecio tus palabras, querida Irene.
    Gracias querida Viviana, por permitirme contar con tu hermosa voz en esta revista literaria.
    Mi abrazo
    Analía

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