jueves, 5 de julio de 2007

Editorial


con voz propia nº 9 – julio 2007


……………........……
Pies, ¿para qué os quiero si tengo alas para volar?
……………...................................................……..Frida Kahlo



Hace poco, en el Café Literario de la Secretaría de Extensión Universitaria de Tucumán, espacio que coordino hace cinco años, hubo un asomo de debate en el que el tema fue cómo hacer que la gente asista a los espacios culturales. Existieron propuestas inteligentes como la que proponía que cada uno de los interesados en una determinada charla o exposición invitara a un amigo o alguien que propuso que cada uno publicite por su cuenta para interesar a sus amistades, pero, posiblemente de una maestra y con seguridad con la mejor de las intenciones surgió llevar a los poetas a las escuelas.

Yo le pregunté si era para que los poetas les leyeran a los alumnos que se habían portado mal, lo que me parecía un excelente castigo, pero no, era para que se acerquen a la poesía y he aquí un problema que surge y puede ser tema de debate en esta revista que se parece a Gardel ya que cada día canta mejor.
¿Qué se lee frente a chicos que estén cursando el famoso polimodal? ¿Vallejo, Girri, Tejada, Bécquer o Baldomero Fernández Moreno? Ante un público cautivo, como pueden ser los jubilados ¿a quién se lee, a Baldomero o a César Fernández Moreno? Los poetas ansiosos de mostrar sus creaciones ¿sabrán medir sus textos con la probable receptividad del público frente al que se lee? Sobre todo aquéllos que no siguen el consejo de mi amigo Rubén Derlis que dice: “Claridad, poetas, claridad, sucia es el agua estancada”. Estoy en la duda. Los escritores no somos misioneros ni tampoco vamos a aguar los textos para ofrecer gato por liebre con el fin de que determinados sectores nos comprendan.
La escritura es para elevar el nivel cultural, no para rebajar la escritura y la Cultura no es Popular o de élite, es una sola a la que el pueblo sabrá acceder como lo hizo siempre, yendo al teatro a ver las obras de Shakespeare, a escuchar a Mozart u oír a los juglares en las calles.

Julio Carabelli


* * *

La gran mayoría de la gente lee para procurarse descanso y olvido o conciliar el sueño. Debe leerse, en verdad, para intensificar la vigilia, para estar más despiertos y alertas.
Luis Franco




............................Edición y dirección: Analía Pascaner
............................San Fernando del Valle de Catamarca
............................Catamarca – Argentina





Tú tienes un nombre y te van ocurriendo cosas una después de otra, y tú te portas de variadas maneras y haces eso y aquello, de modo que el nombre empieza pronto a tener una significación. Las cosas se van juntando alrededor del nombre. Si es malo y tienes mala reputación, no puedes salir de tu nombre y escapar así como así. Y si es bueno y tienes buena reputación, debes estar contenta y satisfecha.
Carson McCullers



Ana Istarú

Algún día

Algún día
algún misterioso día húmedo
me volcaré en mí misma para siempre,
y no podrá nadie llamarme
por mi nombre,
porque seré un encierro de paz,
único y eterno.
Algún día húmedo,
con el sello infinito de dos palabras:
no volveré.
Y la vida abierta y dolorosa
bajará rodando por las gradas.

De Poesía escogida, 2002


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No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás existió.
Joaquín Sabina

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Gustavo Vaca Narvaja

El trabajo de escribir

A veces pienso que resulta más fácil escribir que encontrar un lector. Ni que decir: encontrar editor que se interese. Es difícil encontrar lectores. El ciberespacio y la tecnología en la comunicación han hecho mella en el magnífico mundo de los libros. Cuando uno manifiesta inocentemente que se dedica a escribir, lo miran con curiosidad. Como si faltase algo más. ¿Será un oficio incompleto para la sociedad? Luego viene una segunda acotación: <¿Y qué escribes?>. Es la pregunta del millón. Mmmm… Me siento raro, avergonzado. Contesto indiferente: <Escribo> -reafirmando mi oficio. Miro fijamente al interlocutor. Duda. Estudio su reacción, y agrego a modo de justificación o venganza sublime: <Escribo varias horas al día, y otras tantas en repensar lo escrito>. El interlocutor me mira. Sonríe. Hay un aspecto burlón, pero está atento. Expulsa una interjección con sonido de asombro: <¡Ah!>. Y llega el momento de la daga: <¿Ganaste algún premio? ¿Te llamó una editorial?>. Mmmm… Me siento desnudo. Me doy cuenta que no me cubre una gloria, tampoco un premio. Toco mi solapa: ninguna medalla. Pienso retirando su daga: <¡No soy nadie!>. Doy media vuelta y silbo cualquier canción. Miro sin mirar nada. Algo me trae a la memoria a León Felipe: ¡Poetas! / Nunca cantemos la vida / de un mismo pueblo / Ni la flor de un solo huerto / ¡Que sean todos los pueblos! / ¡Y todos los huertos! ¡Nuestros! Entonces comprendo. Me propongo explicar: <¡A ver… señor de la pregunta! Voy a escribir a un fantasma>. <¿Tú… al fantasma?> pregunta el interlocutor asombrado. <¡O sea!> explico sin inmutarme: <A quien no puedo ver, sentir y escuchar. A quien no puedo imaginar, ni saber quién es. Voy a escribir al vacío> anuncio orgulloso. <¿Tú… al vacío?> pregunta dudando. <¡O sea!> explico satisfecho: <A quien no puedo medir, pintar o idear>. Seguro de haberlo confundido finalizo: <¿Sabes señor de la daga? Voy a seguir escribiendo>. Sin esperar que reaccione le pregunto: <¿A quién escribo? ¿Al fantasma que no veo. A la noche que no ilumina. Al aire fresco de la mañana. Al vacío o al fantasma?>. <¡No lo sé!> contesta balbuceante. Antes que se reponga concluyo: <No escribo a la vida de un solo pueblo. Ni a la flor de un solo huerto. Escribo a todos los pueblos, y a todos los huertos, para que sean nuestros. Y que nadie pregunte si tengo una medalla, un premio o una propuesta. Menos aún: gloria>. <¡Ah… eso escribes!... ¡Qué bien!> dice el interlocutor convencido que debe retirarse vencido. Palmea mi espalda. Se va. Lleva mi novela. <¡Voy a leerla!> afirma. Me doy cuenta que he ganado un lector. León Felipe tenía razón.


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Esperar que los otros juzguen con sentido común es una prueba del que nos falta a nosotros.
Eugène O'Neil

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Guillermo Pilía

Lo que a nadie le importa

Ahora que el tiempo va trayendo sosiego
y que hallo cada cosa en su lugar
—cada cuerpo geométrico en su sitio
como en un test de inteligencia—, ahora
que cada sentimiento ocupa su baldosa
y lo que de mí me avergüenza se equilibra
con lo que de mí me enorgullece,
ahora —precisamente— me acuerdo
—ya casi sin dolor— de las miserias
que ayer nomás pensaba que tal vez
no iban nunca a concederme reposo:
el color azul gris de mi uniforme
de soldado, el amigo o la mujer
que traicioné, el amigo o la mujer
que a mí me traicionaron, la sonrisa
que alguna vez le di —por miedo— a un asesino
y la imagen de mi abuela que comía en silencio
la manzana de sus cien años de pobreza.
Sólo lo que a nadie le importa sino a mí,
lo que no he vivido y lo que siempre he callado,
lo que nunca conoceré ni escribiré,
lo que conmigo se muere: sólo esto me acongoja.


Niebla

Hay sobre la madrugada un vidrio opaco:
caminamos a tientas, en lo ambiguo
entre la tierra y el cielo: así creemos
que caminan también nuestros difuntos.

Quizás se esparcirá también la niebla
sobre campos y canales, contra el muro
verdinoso de la infancia,
entre los juguetes y el incienso de Rimbaud.

Es este humo de Dios como una llaga
que se percibe apenas con dolor: la pupila turbia
del milagro evangélico, quizás
un ojo lisiado de la mañana y de la vida.


Mi casa y mis palabras

Me empecino en leer con ojos limpios
los frutos de otras vidas: sólo voces
sin ilación, sólo ajeno lenguaje.

Lo que otro amó, yo lo odié; lo que odiaron
fue para mí una devoción. Ninguno
de nosotros escribió el mismo verso.

Con tal pan de mendigo aún me alimento
y no hay tiempo peor que el que va en blanco.
Pasaron días huérfanos de sílabas.

Lectura, amor primero: todo amor
fue tan distinto después de esos libros
en que fundé mi casa y mis palabras...


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Yo compartía un país delicado y terrible; amaba todo candor, toda barbarie.

Las tormentas abrían las puertas de mi casa.
Viajero: la piedra en que tropiezas también es el mundo.
Rodolfo Alonso

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David Lagmanovich

Reversible

Estaba hundido en el sillón, con la mirada fija en el televisor cuyo sonido había reducido a cero. Roque pensaba que tenía que resolver de una buena vez el problema de su relación con Alicia. No sabía cómo lograr que ella lo aceptara, descartando esas actitudes de amiga ideal que le sonaban a condescendencia. Ahora mismo reaparecería viniendo del interior del departamento, sonriente, brillante y espléndida la larga cabellera rubia que un rato antes había cepillado aplicadamente. Sabía cómo seguía la historia: serviría otro trago, acercaría el hielo, y luego caminarían en el atardecer por calles arboladas, hasta el momento de detener un taxi y verla desaparecer de su vida quién sabe por cuanto tiempo. Hasta otra visita, de ella a él casi siempre, en la que nuevamente habría un trato cordial pero nada más, algo que lo dejaba solo y frustrado, deseándola intensamente y pensando —como ahora— que debía hacer algo para superar esa barrera invisible.
El reloj que estaba sobre la chimenea saltó de pronto, desde las 19 hasta las 11 de la mañana anterior. Luego comenzó a girar hacia atrás. Fascinado, Roque lo vio desintegrarse con un ruido sordo, acompañado por el estrépito de muebles que se quebraban, ventanas que desaparecían y edificios enteros que entraban en la sombra. Luego se encontró a sí mismo en un paraje desconocido, al atardecer, esperando algo que no se realizaba. Una mujer —¿Alicia?— pasó despaciosamente. El hombre que había sido Roque la alcanzó con un manotazo. Después apresó los largos cabellos amarillos y la arrastró al interior de la cueva, mientras gruñía excitadamente.


Thrillers

El héroe corría desesperadamente por una llanura desolada. Tenía que llegar al penal a tiempo para evitar el ajusticiamiento del condenado, merced al perdón del gobernador que llevaba en el bolsillo. ¿Llegaría a tiempo, o sería éste un fracaso más? Por detrás de él, a cierta distancia, lo perseguía el investigador privado, con cuya joven mujer había tenido la mala idea de entablar un fugaz romance. ¿Conseguiría eludirlo? A mayor distancia de los dos, un destacamento policial venía siguiendo a ambos, pues los polizontes debían cumplir la orden de arresto que el Fiscal de Distrito había emitido contra el héroe y su enemigo, por obstrucción de la justicia. De pronto, el héroe divisó una bicicleta que estaba apoyada contra un poste de telégrafo. Montó en ella para acelerar su ida al penal, pero a poco andar una rueda cedió y lo arrojó, desvanecido por el golpe, a un costado del camino. Su perseguidor no lo advirtió y siguió corriendo. ¿Encontraría alguna vez al frustrado ciclista? En un recodo, mientras el segundo atleta se detenía un instante para tomar aliento, los miembros de la patrulla policial sobrepasaron a ambos y llegaron, jadeantes, a las puertas del penal. Desde el interior llegaba el inconfundible olor de la carne quemada. ¿Lo habrían electrocutado ya? ¿O se trataba de una barbacoa con que los guardias celebraban que un delincuente más había recibido su merecido en esta tierra, como anticipo de lo que le esperaba más allá? Cansado de tanto teclear aventuras por nadie presenciadas, el escritor decidió apagar la computadora e irse a dormir.


El idioma perdido

Despertó sobresaltado. Quería llamar a su mujer, convocar a alguien, explicar lo que había soñado, pero no recordaba ninguna expresión. Las palabras y las frases no acudían. Al parecer podía pensar, pero no encontraba la forma de expresarse. Abría la boca y rápidamente la cerraba al no poder articular sonido alguno. Caminó por la casa, mirando todos los muebles y rincones para que, al reconocerlos, se le ocurriera algo; pero no había nada, su capacidad de expresión verbal había desaparecido. ¿Su mente? No, su mente estaba bien: era su voz la que no reaccionaba, ni en su propio idioma (y él ignoraba cuál era) ni en otro, porque seguramente debía existir más de uno. De pronto creyó encontrar una salida: se dirigió a la biblioteca y hojeó un libro, luego varios más, pero miraba las líneas de tipografía y éstas no le decían nada, estaban tan mudas como él mismo. Cuando su mujer, extrañada por su ausencia de la alcoba, vino en su busca y le dijo algo, él no entendió sus palabras y las lágrimas comenzaron a correr por su rostro.

Textos inéditos


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Cuando le preguntaron a Miguel Ángel cómo había sido capaz de crear una obra de arte del tamaño y la hermosura del “David”, respondió que en realidad “David” ya estaba en el mármol, y que él sólo se había dedicado a quitar lo que sobraba para que esa sublime figura pudiera salir a la luz.
FM Milenium

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Olga Ravelli

Pueblo sin nombre

…………… “En un inmenso mar de fuego se ha perdido la dicha”.


Decidí dejar
mis intentos de buscarte.
Decidí no esperarte.
No sé si mi paciencia me sostenga.
No me imagino entre tejidos
como la fiel mujer de Ulises.
En la distancia de tus textos quisiera encontrarme.
Estar en alguna línea de tu último poema.

Este es un amanecer sin canciones.
Sin velas consumidas.
Sin copas vacías de buen vino.
Es una madrugada sin tu brazo encadenando en mi cintura.
Sin tus rodillas agazapadas en mis muslos.
Sin besos consumados.
Y me bebo los recuerdos para que mi boca no se seque.

La cama es un pueblo sin nombre.

He pasado la noche, pacientemente.
Vi un rayo de luz que entró por la ventana.
Recordé la primera vez que nos amamos,
cuando atravesándose entre los dos,
el haz de luz se acomodó en la almohada.
Me veo caminando en la soledad de tu abandono.
Abrazo mis rodillas y me sueño a mí misma.

24 de marzo de 2005
Aniversario 29 del golpe del 76.
Vamos por otra cosa.
Epígrafe de Juano Villafañe (Quito).


El terremoto de San Juan

Cuando parpadea, siente que algo tiembla,
así como los sanjuaninos se dan cuenta cuando un movimiento sísmico les pasa por debajo de las piernas,
él sabe que así
puede causar un terremoto.
Por eso, ni piensa en llorar.

Acurrucado, se la pasa mirando de reojo
la pared manchada de graffitis obscenos, y algunos bastante patéticos. Podría quedarse parado, mucho tiempo
hasta que algún trasnochado se decida a dibujar sobre su cuerpo
grandes manos
para que le acaricien la cara.
Tan sólo quedarse sobre el reflejo del sol
a esperar que alguien se le anime.
Al revolcarse en su cabeza esponjosa de molusco siente que no tiene venas, y por extensión, nada de sangre.
Está sin el contenido necesario que lo redima en un poema
y se queda mirando el sol que tampoco le descubre una cursilería como para ir ganando algo de tiempo.
Si fuera menos cobarde
sus poemas se transformarían en graffitis
y el papel sería esa pared descascarada
y meada por los perros
y por algunos hombres sin techo ni baño.

Piensa, y piensa que es poca cosa.
Nada que valga la pena denunciar poéticamente en una pared sucia, quiere salir de su cabeza esponjosa de molusco.

Destino cruel
no ser un caracol,
no comer flores en la terraza cubierta de begonias
no tener una casa con el caparazón de vitroux
ni manchas en el lomo como una vaquita de San Antonio.
Destino cruel y ¿por qué no? merecido
si es que merecer sea recibir un golpe.
Un golpe bajo,
o alto, a flor de piel,
y ¿para qué?
Cabeza esponjosa de molusco.

Y tener miedo de llorar pateando contra una pared orinada porque
todo se puede desmoronar
como en el '44 en la Provincia de San Juan.


15 de enero de 2007
En la noche del 15 de enero de 1944 los sanjuaninos fueron sorprendidos por un terremoto que en pocos minutos, destruyó casi toda la ciudad. El sismo provocó la muerte de 10.000 personas.
Para Álvaro Ardao



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Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca.
Jorge Luis Borges

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Alejandro Schmidt

Necesidad

llega la locura a casa
se pone a coser
a cantar

a mediodía, mi chiquito
le ofrece vino
pescado

mi traje sastre
tu vestido
son para la tarde

la demencia cuidará la casa
los juguetes

para ser felices
-dice, caminando por la plaza,
desnuda entre los árboles-
sólo es necesario:

no sentirse lo más importante del mundo.


Escombros

al ver los escombros
se baja del carro
golpea la puerta
y pregunta
si los puede llevar

un hombre gordo
en malla
le dice que sí
que se los lleve nomás
y el hombre
se alegra

con la pala
raspa el pavimento
mientras el sol
da mucho cielo

un montón de ramas
y una hormiga colorada
quedan contra la vereda

eso no le sirvió
piensa el gordo

entonces descubre
urgentes aporías
sobre la percepción
la utilidad
y la muerte

luego
nuevamente lo ocupa
la construcción de su destino:
paciencia y palabras


Esquina del universo

para plantar un fresno
hicieron un pozo
en la esquina donde está mi casa

pasaron las nubes del verano
los rastros de mayo
y el pozo fue cubriéndose
de sustancias innobles

plástico, grandes huesos
un poco de cemento, latas

estas noches
en que no duermo
oigo
murmullos terribles
silencio, insectos
salir del pozo hacia otra negritud

quizás
esta sea la esquina del universo
y el hueco llegue
hasta el ojo de fuego
de la Tierra

acaso
los muchachos regresando del baile
la vecina y sus bolsas
los obreros en su veloz agobio
arrojen también allí
un azar de reconcentrada materia espiritual

y permanezca yo
insomne todavía
entre una calle y otra del universo

oyendo secretos ruidos
y
los rápidos pasos del amanecer.


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La vida de un hombre es un miserable borrador, un puñadito de tristezas que cabe en unas cuantas líneas, pero a veces, así, como hay años enteros de una larga y espesa oscuridad, un minuto de la vida de ese hombre es una luz deslumbrante.
Haroldo Conti

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Jorge Luis Estrella

Semejanza

Arcángelo se miró en el espejo mientras secaba sus manos con la toalla. En ese momento le vino la idea de que, a pesar de las agudas diferencias, se parecía mucho a su hermano. Ya en la sala, pensó que no era una semejanza exterior sino interior, profunda, que se reflejaba en la mirada, en el rictus de la boca, en la manera de poner los hombros como si tuviera que sostener el orbe entero. Un dolor de encías lo perturbaba y una sensación de que sus manos estaban sucias atormentó ese instante de reflexión. Volvió al baño. La toalla yacía en el suelo. La levantó, la puso para lavar y fue a buscar otra. No encontró y se conformó con un repasador. Se volvió a lavar las manos. Se miró nuevamente en el espejo y se halló parecido a su padre pero no pudo precisar en qué. Tal vez su hermano también era parecido a su padre. Dejó el repasador colgado tratando de que no se cayera como le había pasado a la toalla. Le fue difícil conseguir el equilibrio. Lo dejó dando por seguro de que iba a encontrarlo en el piso cuando volviese a lavarse las manos. Retornó a la sala repasando la relación que lo unía con su padre y con su hermano. Caminó en círculos hasta que volvió al baño pero no a lavarse las manos sino a mirarse en el espejo. Se miró largo rato y cuanto más se miraba más parecido se encontraba a ambos, él que había basado su vida en lo diferente que era. Electricistas ellos, poeta él, en lo esencial porque se había ganado la vida como pudo al igual que todo poeta. Ellos se la ganaron en lo que eran. Pero esa manera de encorvar los hombros y mirar las cosas detrás de los lentes, mirarlas con autoridad y duda. Tragó saliva, zapateó un malambo como hubiera hecho su hermano, sólo zapateó porque así lo habría hecho su hermano no porque tuviera ganas de zapatear o tuviera algún sentido hacerlo en ese momento. Cantó el tango “Caminito”, no en forma afinada como lo hubiera hecho su padre pero su padre hubiera cantado el tango “Caminito”. Lloró y vio sus lágrimas correr por el espejo. Volvió a la sala pero nada lo retenía en ese lugar sin espejo y sin agua para lavarse las manos. Volvió al baño justamente a restregar el jabón contra sus dedos hasta herirlos. Le hacía bien sufrir. El repasador no se había caído. Se secó las manos mientras se miraba una vez más en el espejo. Era idéntico a su padre y a su hermano. Hace una hora cuando los mató seguramente había querido suicidarse.


La llamaban

Ella tenía todo lo que hay que tener, pero, aunque lo tuviese, nadie la llamaba por su nombre. Sus hijos le decían “mi madre”, sus padres le decían “mi hija”, yo le decía “mi esposa”, mis padres le decían “mi nuera”. Algunos la llamaban por el número de su obra social, otros no la llamaban. En la escuela era “la morochita de ojos verdes, ésa que se sienta atrás”. Sus amigos la llamaban “mi amiga”, sus tíos la llamaban “mi sobrina”, sus nietos la llamaban “mi abuela”. El nombre que figuraba en su documento era una formalidad innecesaria. Yo la maté el día que supe que alguien la llamaba “mi amante”.


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Cuando veas a un gigante, examina antes la posición del sol, no vaya a ser la sombra de un enano.
Fiedrich L. Freiherr von Hardenberg

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Oscar Portela

Elegía

…………A Alicia Dujovne Ortíz, en la lejana Francia


Toma de mí lo que va a desaparecer,
tómame, vigílame como desapareciendo,
fiel vacío de un perfume extinguido,
pura ausencia abismada en lo innombrable,
¡oh! vacilante sombra en el crepúsculo,
vacíame en la memoria de mí,
en el abismo de mi propia locura.
Toma de mí lo que se dicta,
la profecía de un pasado que viene
de lo no acontecido y llama con la fuerza
del fuego, su pabilo entre ruinas,
los simulacros y fantasmas grabados
en lo profundo
de mi llagada lengua. Toma mi voz para
dejarme, los nombres que me dicto,
tu sombra enturbiándose entre
sombras, toma otra vez mi voz, mi cuerpo,
la fría mortaja de la memoria,
y levanta el líquido de las horas
para escanciarla en tu cansada boca,
luego olvídame, vacíame, escándeme.
Yo hice tu alma a imagen de mis dudas,
alma mortal, poesía.


Fidelidad

…………………A Susana Canevaro


Me has llamado, inaudible era entonces
el soplo de tu voz, mi nombre un arabesco
grabados sobre “pindoes” y “lapachos”,
florecidos duraznos o moras y laureles
y yo acudí a tu encuentro, todo inocencia el
fatal destino, y desde entonces,
en cárceles oscuras y desiertos,
en radiantes salas, solo, oscuro,
volé hacia ti sin que nada ni nadie
se opusiese al encuentro. Dejé todo por ti.

Mas tú exhalabas en mi yerta boca
el aliento inmortal que no perece, y
que al final deste camino incierto,
en corona de espinas transformado,
se hacen uno-conmigo!

Nada se opuso a la virginidad del verbo
que ha venido de celestes regiones,
se aposentó en mi oído, y en idos tiempos
cantaron ruiseñores!

¿Ha llegado ya el tiempo de la ceniza y el vacío?

¿Qué más podría yo ofrecer questa carne
que mancillé en tu nombre y el deseo de Ser
Alma Inmortal, diciéndose los nombres
que tú dictabas, en sueños y vigilias?

Todo está dicho ya. El cementerio de palomas
frente al tranquilo mar se estremece
y te nombra. Y no temo el final.

Sobre tormentas volé hacia ti. De sepulcros
volví por ti y el rito se ha cumplido.

¿Qué misteriosos hados pusieron en mi cuna
la flamígera espada, que hiere y que golpea?
Bien, la tenue despedida,
sin truenos ni relámpagos, se cumplirá en silencio,
pues silencio eres tú, y silencio soy yo.

Sin despedidas, en nombre de los muertos
que cumplieron tus órdenes
y se entregaron sordos a tus dones y escarnios
yo te digo hasta pronto.

Tal vez, tal vez, ya descarnado el cuerpo
en aras de tus alas, vuelvas a mí otra vez
transfigurada. El tiempo ha terminado.

Y si de nuevo me llamas por mi nombre
y me dictas endechas no cantadas aún,
el pasado engañoso, pueda ser revocado.

El momento de partir ha llegado.
En nombre de tus fieles me despido de ti
y del carnal recinto que me asfixia.

Eterno es todo devenir. Y eso eres tú,
dador de mundos y de ángeles.
Poesía bellísima.


pindó, lapacho: árboles de la región en lengua guaraní

10 de mayo del 2005


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Quien aspira austeramente a la grandeza, ya lleva en sí un grano de ella.
Luis Franco

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Alicia Rey

Cambia la historia

………………………………………“Yo estoy abajo,
………………………………………debajo de la historia,
………………………………………sepultada en antorchas apagadas
………………………………………y estandartes marchitos”.
……………………………………………………Matilde A. Swann

Emisaria del mundo
..............pierdes el camino de regreso
..............hueles el miedo
..............se estremece tu sangre en las venas

La luz de tu lámpara
..............juega con mis palabras
.................-signos admirables-

persigues la memoria,
................-oscura conciencia-
..................(juego violento)

apuestas a la vida
.................respira tu secreto
...................(aspira rosas)

.................“estás debajo de una historia
.................sepultada en antorchas
.................y estandartes marchitos”

tu voz antigua y ronca
.................golpea sombrías puertas en la noche

.................buscas el arca memoriosa
.................-alquimia milenaria de la especie-

sólo acuden el tiempo y el destino
.................deshojas sueños, cartas, enigmas
.................cambias la historia
.................rompes reloj de arena
.................siembras la tierra
.................fecundas un poema


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Mientras más colmado de dones está alguien, menos avanza en el plano espiritual. El talento es un obstáculo para la vida interior.
Emile Cioran

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Sebastián Barrasa

La identidad de los demonios

Entonces un día Benjamín se murió. Pero antes de cruzar el umbral de las puertas del cielo (o del infierno, que más da) se paró ante el responsable del área y reclamó:
-Viví mis últimos años padeciendo las más atroces calamidades; soportando hasta el hartazgo el dolor de mil angustias en mi estómago. Sin embargo, lo que más me indigna, no fue el sufrimiento en sí, ni el sentirme tan forzado a tomar la decisión de quitarme la vida. No; mi reclamo es porque yo, como buen cristiano, te pedí ayuda tantas veces; te recé todas las noches para que castigues con tu mayor dureza al gestor de mis desdichas; al que, sin saber yo por qué, con su odio me maldijo hasta el silencio.
Te imploré que le des muerte, o que al menos me develes su rostro y me des la fuerza para desangrarlo con mis manos.

Hubo después un silencio corto pero eterno:
-Todo lo que me has pedido hice –respondió la voz del otro lado, y no dijo más.


Paradoja del amor eterno

....................................a Ivis

Por alguna ambigua circunstancia que no viene al caso recordar ahora, él consigue un favor de la muerte. Es tan grande el amor que siente por su amada, que ruega porque nunca se la lleve. La muerte confiesa no poder otorgar tal pedido; a cambio promete darles la oportunidad de despedirse, antes de que ella cierre por última vez los ojos.
La amada no mejora y él piensa que su final está pronto a llegar. Sabe que la muerte es cruel pero no miente; sabe que cualquiera de sus visitas puede ser la despedida y, pese a su pena, huye a una tierra lejana.

Pasa el tiempo. Él quizás muere. Ella no puede partir porque aún no se ha despedido de su amado.
Con su chal azul, canosa y arrugada, perpetúa en el umbral su espera eterna.


Maldición Gitana

…pero él no le creyó a la gitana. No le creyó nada, porque ella le auguró un futuro apenas definido. Y por eso se levantó de la silla de mimbre sin pagarle. Entonces, cuando corrió los tules del cortinado de la puerta, la gitana le pronosticó el peor de los destinos. Lo injurió con la mayor de las calamidades: “Ojalá que se cumplan todos tus deseos” lo maldijo, y se esfumó.


Entrevistas

Le parecerá extraño, pero yo ya he estado aquí. Recuerdo el lugar e incluso la situación. Se hacían las mismas preguntas, y se daban las mismas respuestas. Todo era tal cual como lo es ahora. Sin embargo, en aquella ocasión sucedía algo ligeramente distinto: usted estaba sentado aquí, y era yo; y yo lo miraba, como lo está haciendo usted ahora.


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Todo creador es ciudadano de una patria desconocida, diferente de aquélla que le dio origen.
Marcel Proust

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Helen Dixon

Espejo para desenredar sombras

...............................................para los enredos
...............................................del tío Pablo.


¿Quién soy?

Soledad profunda como la sombra
Enterrada a la orilla de una lámpara
Pensando, triste, alegre, triste,
Mientras tu alma interminable
Ronda.

Soy esas mismas olas
Que hora tras hora
Buscan raíces terrenales
En la sustancia del cuerpo,
Desnudando el nudo
Desenredándome del tuyo.

El viento me canta, me cuenta las horas
Al azar, me trae ecos de fuego, de pasiones
Y nostalgias que nadie llama.
Herida de tus virutas, tu pelo colocho
Bailo el incendio de mi alma.

Mis árboles arden, mis raíces llamean, chispean,
Quemándose de nuevo, dan luz.
El bosque, triste, con la llama solitaria
De tu cruz.

Yo lejos ahora, a la hora azul
Regreso al abanico inmenso del mar
Como varilla, como rayo de luz,
Yo mujer, era allí, eran mis aguas.

Desbocada, violenta, estirada desde el cielo
En la soledad del mar, grito triste mis furias
En el vaho del mar, corren libres mis locuras
Con las piedras pulidas que golpe a golpe
Agotan sus ásperos gritos de vida.
Vida de antes, de nadie, vuelta mía,
Allí camino largamente, pienso en ella.

Extraña, ya no soy cosa,
Presencia familiar y ajena,
De bruces de noche
Del molinero taciturno.
Lejos de tu ciudad, soy bruja,
Soy mi propia brújula.

Mis esperanzas fueron sombras
Para ahogar los lamentos
En medio de las brumas
Que entierran lámparas,
Desvanecen imágenes
Allá arriba en el campanario
Suelto mi pájaro, pensando
Más lejos que nadie, lejos
De ti también.

Quien soy, pensando en profunda soledad.
Desenredando sombras.


Mirror for untangling shadows

..........................................for the tangles
..........................................of uncle Pablo.


Who am I?

Solitude deep as a shadow
Buried at the edge of lamplight
Thinking, sad, vivid, sad,
While your interminable soul
Stalks.

I am these same waves
That hour upon hour
Seek their earthly roots
In the substance of your body,
Making the knot naked
Untangling yours.

The wind sings to me, counts my hours
By chance, brings me echoes of fire, of passion
And nostalgia that harks from no-one.
Wounded by curls of wood, your ringlets
I dance my burning soul.

My trees are on fire, my roots flame, throw sparks,
Burning again, they give light
To a sad forest, with the solitary flame
Of your cross.

Far away I am, at the blue hour
I return to the immense fan of open sea
Like lightening rod, ray of light,
I, woman, was there, those were my waters.

Overflowing, violent, stretched down from the sky
In an ocean of solitude, I shout my fury
In the sea’s breath mi madness runs free
With the polished stones that blow by blow
Exhaust their rough screams for life.
That life from long before, before no-one, once more mine,
I walk at length there, thinking of her.

Strange, I am no more this thing,
Familiar and exiled presence
Face down upon the lips of night
Like some melancholy miller.
Far from your city I am this sorceress,
Drinking from my own source.

My hopes were shadows
To drown laments
Among the mists
Where lamps are buried,
Images fade
Up there in the bell tower
My bird takes flight, as I think
Beyond anyone, beyond
You as well.

Who I am, my thought in deepest solitude.
Untangling shadows.

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Pero por más que uno sufra
un rigor que lo atormente,
no debe bajar la frente
nunca por ningún motivo.
El álamo es más altivo
y gime constantemente.
José Hernández


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José Emilio Tallarico

Hay piedras por delante

Hay piedras por delante.
Tengo papel donde escribir
te amo/ no te amo con especial caligrafía
acompañado por la ancha luminosidad del aire.
Sentado sobre una de estas rocas
te amo/ no te amo decretaría lo fugaz
dado que al papel le es lícito volar muy lejos
y que alguien lo vea.
La gama del te amo al no te amo
superaría viento y paisaje
en la conciencia lectora que este yo
ni siquiera imagina.
Sin embargo yo quise estas piedras
y también el papel donde escribir te amo/ no te amo
con ingenuidad ante el hermoso día
ante todo el espacio iluminado que pude abarcar con la mirada
y adivinar destellos ojos emociones más allá de las piedras.
Escribo inclinado hacia la luz
charcos encandilados lo confirman.
Te amo/ no te amo digo y el mundo resiste.


Caballos

caballos que rociaban la noche
horas /ramas de una misma sangre
que solas no sabrían respirar
horas en vos
dama en aterido símbolo
cristal de los debidos
perfumes del mar
ahora atraviesan caballos
tus sábanas de lava
el nácar libra por nosotros dos
su afán incesante deseo
entran /braman /alaban la penumbra
todo acude
en vos tamborillea mi destino.


Una entrevista de trabajo

Yo quise traspasar el umbral de los cerdos.
Comí con ellos bajo el espíritu de las edades,
con la parte cautiva de mí,
con mis orígenes de pobre tipo fiel.
Fue inútil: la verdad, como una rosa fría, sangró por mi boca.

Poemas inéditos


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Lo importante no es tanto la idea, sino la capacidad de creer en ella hasta las últimas consecuencias.
Ezra Pound

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Analía Pascaner

Barrio chino

Lo supe desde el primer momento. Aquel olor extraño me lo advirtió.
Ayer, la punta de mis pies intentaba tocar el piso mientras sólo atinaba a observar esas manos toscas estropeando el cuello de mi camisa y sus pequeños ojos inyectados en sangre. Y ese olor... ese olor que emanaba desde sus entrañas envolviéndome hasta sentir que mis pensamientos flotaban tanto como mis pies.
Hoy, liberado del olor a opio que Ching Mih Ho desprende a cada paso, alcanzo a comprender que sólo poseo veinticuatro horas para realizar algo que cambie esta situación tiránica. Ya no tolero sus visitas aromáticas solicitando un tributo para permitir que mi familia transite tranquila por el barrio y para preservar a mis hermanas de la prostitución infantil.
El sopor de la lenta caída de la tarde me arroja a estas calles conocidas. Vago sin rumbo fijo. Mis manos pesan dentro de mis bolsillos. Aferro la empuñadura de plata labrada y evoco a mi padre en el preciso instante cuando me entregó el puñal. Hoy no disfruto de los colores brillantes que otras veces distraen mi mente, ni de esos aromas tentadores culpables de mi escaso sobrepeso, ni de las muchachas atractivas que se insinúan a mi paso. Hoy pienso en otra cosa: algo debo hacer… aún no sé muy bien qué es… aunque tampoco creo poseer valor para tomar cualquier decisión. Pero… qué decisión debería tomar?
To Chang me sorprende saliendo de su tienda con rapidez inusual. El terror reflejado en su palidez me alerta. Me guía hacia el interior apretando mi brazo, transmitiendo ansiedad con esos dedos gastados. Su mirada no se separa de mí al cruzar la cortina de cristales claros. Paseo mi vista por la habitación buscando un motivo para justificar el pánico de este hombre calmo y amable. Sin soltar mi brazo y sin articular palabra, me señala la mesa de marfil con incrustaciones de piedras multicolores. En el centro del antiguo mueble, el hermoso cuenco está lleno de galletas de la suerte. Tampoco hablo, sin embargo entre los dos se establece una comunicación tan profunda como la que hemos tenido siempre durante nuestras extensas charlas. Sus ojos penetran en los míos con una mezcla de angustia y urgencia que me inquietan aún más; luego su mirada se dirige hacia la pequeña mesa. Nada extraño observo: tan sólo el mismo cuenco verde repleto de galletas de la suerte. Debajo de la mesa descubro un diminuto papel y un dulce aplastado. Miro al anciano, quien se aferra a mi brazo como a la vida misma y levanto el papel arrugado. Mis manos tiemblan al abrirlo, mi corazón palpita agitado. Leo una y otra vez palabras que no tienen sentido para mí. To Chang toma un lápiz y escribe: “Ching Mih Ho acaba de retirarse y ésa es su suerte”. El anciano me mira con tristeza y abre su boca. Reprimo un grito de horror al ver el interior de su boca ennegrecido y mutilado.
Mi mente se despeja y me siento poderoso. Salgo de la tienda y mis pasos saben a la perfección hacia dónde se dirigen esta vez. Ante la elegante puerta de roble, explico a su matón que poseo la cuota que me reclamaran hace dos días atrás. Un gesto indiferente del hombre vestido de blanco que fuma recostado en un sillón abre todas las puertas. Me reciben algunos dientes de oro tras su sonrisa maliciosa. Esta vez no me dejaré abatir por ese extraño olor, debo mantener mi concentración. El frío del metal me infunde seguridad desde mi bolsillo. Permanezco de pie frente a él y lo observo mientras cada gota de mi sangre hierve con bronca y galopa con valor. Será sencillo: está absolutamente drogado. Pienso en mi padre, quien falleció a manos de sus matones; pienso en mi familia, pienso en toda la gente decente del barrio, y ya no necesito esperar nada más. El puñal se dirige certero hacia su corazón mientras escasos billetes caen con la cadencia de la agonía, mientras esa sonrisa malvada se apaga junto con su vida, mientras sus dientes dorados se deslucen en sorpresa, mientras el tiempo se detiene permitiendo llevar a cabo mi misión. Mis veintitrés años enardecidos por la venganza se escabullen de la sala con rapidez.
Y ya bajo un techo estrellado, sonrío al recordar las palabras leídas en la tienda de To Chang: “Hoy el opio no protegerá tu corazón”. Palabras comunes que al esconderse dentro de las galletas de la suerte adquieren un significado diferente.
Doy vuelta a la esquina y me sorprendo gratamente al observar al etéreo To Chang con su habitual sonrisa calma y oculto bajo las sombras plateadas que desliza la luna. El hombre espía por la ventana.


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Tanto dolor se agrupa en mi costado

que por doler me duele hasta el aliento.
Miguel Hernández

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