miércoles, 5 de diciembre de 2007

Florencio Quesada Vanegas

Ausencia/El Líbano

La ausencia es un mar de espejos
alimentando a la bestia.

Los niños huérfanos del carrusel
giran y giran con sus ojos clavados en el cielo.
No volverán a sonreír montados en su caballito de palo
acariciando su osito de espumas.

En el vagón los pasajeros de cara al sol
ruedan su infortunio entre las cenizas,
sus músculos templados como la nieve
deshojan el mañana.

Los estruendos de las bombas y de los misiles israelíes,
perforando la noche, arrullan con mantos de hormigón
y ríos de sangre las voces muertas del vecindario.

Somos como palomas mensajeras
en los ojos tristes del momento.
En los escombros el desafío de los vivos,
duele el mundo, ese genocidio con licencia.

Tras el fuego se incendia el espíritu. La verdad es solo una.
¿Quién detendrá el terrorismo de estado?
Los muertos se levantan de sus tumbas, furiosos
contra todos los males que nos asechan.

He visto un Líbano desangrarse cordillera adentro,
impávido frente al dolor.

Montañas de hormigón guardan el secreto
de esas palabras que no se pronunciaron.

Duele la indiferencia, la dignidad perdida.
Y ver a los muertos cabalgando noches desnudas.

XIII

Vengo de un lugar
donde las estrellas se tocan con las manos
y la luna descansa
en las ventanas de su sombra.

Donde el resedo vuela con su aroma
dispersando la tarde entre pájaros
con su llamarada de fuego.

Y los brazos del viento
sacuden la cabellera de Llano Grande.
Nos recuerdan los cinco mil montados
espejeando su canto de justicia.

Hoy la planicie retumba
con sus jícaros siempre vivos
junto al pájaro de acero.

Florencio Quesada Vanegas – San José, Costa Rica

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No vayas contra lo que es justo para conseguir el elogio de los demás.
Lao Tse

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