lunes, 8 de octubre de 2007

Susana Cattaneo

A la mujer que fui

……………………………………Mi nombre entra a una lágrima

Yo te vi en mediodías ardidos de verano
cobijada en el frescor de sombras y de ramas.
Te vi tejiendo anillos con la felicidad
mientras cerrabas pactos de infinito.
Con la boca dulce, te vi, llena de verdes.
Danzabas sueños hechos de paisajes.
Eras colibrí que libaba en el amanecer más hermoso.
Bebías palabras, escribías poemas.
Te nacieron libros –¿recuerdas los años?-.
Te llenabas de pupilas tatuadas de cielo.
Yo te vi sentada junto a la alegría;
correr en grandes círculos jugando al mundo.
Regalabas frases; perseguías insectos invisibles.
El día te estallaba de luz perfumada de voces.
Ella –la pequeña de pestañas blancas
y mirada como almendras-,
olisqueaba el aire, la vida, el pasto.
Las otras volaban, rodeaban tus libros, picoteaban arroz.
Te vi rodeada de amor en tardes que partían.
Te vi en invierno, cálida y feliz.
Recogías en otoño hojas escarlata y admirabas su belleza.
Te sentías plena con los brotes de septiembre
y con lluvias de octubre bordabas la dicha.
Te vi plácida entre árboles junto a la eternidad.
Sí; yo te vi. Eras mucho, mucho más
que esta pobre mujer que hoy esconde sus ojos.
Mucho más que esta tristeza.

* * *

…………………………………...a la pequeña de pestañas blancas
……………………………..……y amor en sus ojos de almendra...


Cae en la playa la tarde que soy
herida de faros y gaviotas nocturnas.
Un follaje de arena pasea mi cuerpo
escanciado por la brisa que lo cubre.
Cómo no recordar las noches en el muelle.
Las carreras invencibles entre luna y agua.
El camino plata sobre ondulaciones perfectas.
Recordar árboles vestidos de milagro; bosques.
Sí; cae en la tarde la playa que soy,
mi pequeña de pies blancos.
¿Dónde llevaste tu alegría de calandrias?
Juego acertijos desde aquel aciago día.
Apuesto: tus ojos me besan en este instante azul.
Mira, hay una floración de ángeles
en la mitad del cielo.
En la otra, una dulce jauría de amapolas.
Ya la noche es mayor y danza misterios sobre el mar.
Ha caído en la espuma la playa, la tarde que soy.

Plaza Chile

Me siento sobre aquella tarde en que desesperé con las palomas. Aquí, a los pies de la misma estatua, al lado del mismo dolor. Sé que me observan “todos los pájaros del mundo, todos” desde la ausencia de relojes, desde cada hormiguero donde se esconden, desde cada clavel del aire donde alguna vez tejí manteles de ceniza.
Aquí, en esta escalinata, en el mismo peldaño, con la misma piedra rota y el pasto un poco más envejecido, sigo mirando el mismo cielo, me enfría el mismo sol y un milagro promete su llegada sobre la luz muerta.

Susana Cattaneo - Buenos Aires
http://www.extranjeraweb.com.ar/

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Es mucho más importante saber qué clase de paciente tiene la enfermedad y no qué clase de enfermedad tiene el paciente.
William Osler, tomado de El archipiélago

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