domingo, 9 de septiembre de 2007

Margarita Schroeder

Malocas
(fragmento)
II


Una tarde, en la época de calor tres extraños individuos habían surgido del bosque, cansados y hambrientos después de trasponer el Piren Mahuida*. Aparecieron por la antigua senda, desde la Villa Rica, entre los dos volcanes, donde en tiempos pasados, Mainque, el altivo cacique de la toldería y sus hombres dañaron, como tantas veces, las malocas* conducidas por el capitán Ponce de León y sus aliados, los rebeldes aucas, que venían a llevarse brazos para trabajar en las minas de oro. Esta vez no volvieron. Malen (…) con el consentimiento de los varones que habían quedado como custodia de la toldería, decidió ser la cacica de su pueblo mientras creciera el mayor de sus (…) vástagos.
Los guardias condujeron a los hombres a su toldo. Los observó largo tiempo. Van der Meeren y Dorson, dos holandeses (…), fugitivos del capitán Brant, quien pretendía poblar Valdivia, buscaban la aventura y el camino a Buenos Aires. En la penumbra (…) apenas se distinguía al negro, llamado Obambo, a no ser por el blanco de sus ojos que parecían bailar de miedo. Huía del navío del capitán don Pedro de Alvarado y de los aborígenes que lo vendían a mejor precio que el de un caballo (…).
Los tres extraños se fueron haciendo amigos de su gente. Van der Meeren, de quien se enamoró, se convirtió en su secreto acompañante bajo el quillango* (…) y consejero.
Después de la última luna del crudo invierno, (…) les llegaron aterradoras noticias desde la Villa Rica. Fue su portador un fugitivo de las minas de los encomenderos. El capitán Ponce de León estaba preparando a sus arcabuceros y mil aucas para invadirlos en las próximas lunas. Malen reunió al machi, quien desde un principio se opuso a cualquier decisión del parlamento celebrado (...) a los que se agregaron los extranjeros, a quienes no se les permitió opinar. Decidieron entregarse como esclavos, a pesar de ser amantes de la libertad. Quisieron evitar una brutal matanza. Se sucedían los soles y la irritante espera de la maloca* generaba intrigas y confabulaciones. Los holandeses y el negro fueron alentando y estimulando a los hombres a luchar. Les aseveraron el triunfo si se atenían a sus indicaciones. Y lo que más los animó y les quitó todo recelo fue el pronóstico del machi: iban a alcanzar la victoria sobre los españoles. Por fin, el hechicero vio la oportunidad de imponerse al poder de la mujer (...). Finalmente, Malen, contrariando su intuición, confirió la organización de la defensa a Van der Meeren.
Por fin, en un atardecer se escucharon los chiflidos de alerta de los guardias (…). Se prepararon para el día fatal. Por la mañana surgieron del bosque, atravesando a la carrera la pampa al pie del volcán, el capitán esclavista y sus dieciséis soldados de a caballo acompañados por el millar de hombres armados con lanzas, arcos y flechas para un ataque sorpresa (…). Cayeron salvajemente sobre los hombres, matándolos de a cientos, sin contar los que se lanzaron al agua y se escabulleron. Trescientas mujeres y niños quedaron acorralados, (...) para ser arriados al amanecer al cavi tras la cordillera. Malen (...) pudo distinguir a sus hijos con el terror en los ojos y la boca agrandada por los gritos, perdidos en el lamento general, (…). En ese momento, una mano le tapó la boca y el otro brazo le tomó los suyos, sujetándoselos por la espalda y la arrastró a una canoa previamente preparada con todo lo necesario, escondida con astucia. En ella ya esperaban, listos para partir, Dorson y Obambo. Se debatió por un tiempo más entre los brazos de Van der Meeren. Finalmente, se dejó caer rendida en el piso (…) mientras los hombres remaban rodeando el Cantala al amparo de la oscuridad para, a la otra mañana, dirigirse al Chimehuín, huir a las pampas y salir en Buenos Ayres.

Piren Mahuida: Cordillera de los Andes.
Quillango: Manta de cueros curtidos de guanacos y adornados con pinturas.
Maloca: Incursión esclavista llevada a cabo por los encomenderos españoles.

Este cuento fue publicado en la Antología Territorio Sur 2005, editada por De los cuatro vientos y en Amasijos, libro de edición artesanal y propia.

Margarita Schroeder - San Martín de Los Andes, Neuquén

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No me dobla el cansancio.
Me dobla la tristeza.
María Emilia Azar

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